Tiempos de incertidumbre

TIEMPOS DE INCERTIDUMBRE


Jorge Lofredo
jorge.lofredo@gmail.com


En lo inmediato, son tres las circunstancias más relevantes que enfrentan, y deberán enfrentar, las organizaciones político–militares mexicanas: la “Otra Campaña”, las elecciones presidenciales y el décimo aniversario de la presentación del EPR en Aguas Blancas. Cada una de éstas obliga a los grupos a una definición, como en algunos casos ya lo han hecho, pues dibuja a corto plazo la coyuntura que enmarca el accionar y la razón de ser de los grupos clandestinos. El respeto y el reconocimiento hacia los esfuerzos de los zapatistas se ha privilegiado pero también quedan de manifiesto sin ambigüedad las diferencias –que hasta hoy se presentan como irreconciliables– entre los grupos que reconocen en la experiencia del EPR su origen.

1. La Otra Campaña

Ante la “Otra Campaña” y el EZLN, la posición se ha ido definiendo paulatinamente y aunque existen exteriorizaciones concretas y contundentes que coinciden en los distintos mensajes de bienvenida ofrecidos por cada uno de los grupos, tras esta aparente similitud se traslucen diferencias que oscilan entre manifestaciones de apoyo y otras de apoyo crítico. Ninguna de estas posiciones sin embargo, pone en duda la trascendencia que la “Otra Campaña” ha cobrado para las organizaciones armadas; muy por el contrario, recurrentemente se destaca la importancia por la transmisión de este mensaje que las organizaciones han coincidido en caracterizar como “revolucionario” aunque, paradójicamente, rechaza la vía armada.

Por un lado entre las agrupaciones más abiertas a la experiencia que viene produciendo el zapatismo y sus adherentes, se encuentran el ERPI, el MRLCB y TDR–EP junto a sus comandos. Por otro, el EPR, las FARP y el CCRP–CJ28J se han posicionado observando y ratificando el descreimiento de impulsar mediante la vía pacífica, no armada, el cambio social revolucionario. Y aun cuando se reivindica “la combinación de todas las formas de lucha”, se destaca una posición más radical en varios de sus escritos.

Entre los ejemplos de apoyo a la “Otra Campaña” se destacan la carta enviada por Jacobo Silva Nogales y Gloria Arenas Agís del ERPI, a fines de marzo de 2006, y el comunicado de respuesta al llamado zapatista a las organizaciones revolucionarias, de noviembre de 2005, que TDR–EP dio a conocer en enero de 2006. Para el ERPI, la campaña en favor de los presos políticos es de capital importancia e hizo propias todas y cada una de las palabras y acciones que se llevarán a cabo en ese sentido durante la “Otra Campaña”. De un modo similar en cuanto al aliento brindado, TDR–EP decidió declarar una tregua entre enero y julio de 2006 con el compromiso a no desarrollar ninguna acción militar que pueda condicionar u otorgar argumentos al Estado en contra de la “Otra Campaña”.

Por cierto, Tendencia es el único grupo que ofreció una tregua de sus acciones ante esta circunstancia.

En cuanto al apoyo crítico brindado por las otras agrupaciones hacia el EZLN (donde su llegada a Guerrero –quizá el momento crucial– está programada para el 14 de abril y continuará en el estado hasta el 20), se encuentran el EPR en su escrito de diciembre de 2005 y en las apreciaciones esgrimidas por el CCRP–CJ28J y las FARP. En los respectivos comunicados se trasluce la distancia ideológica que existe con el EZLN y sus formas no armadas de desarrollo y accionar políticos: no parece encontrarse aquí esperanza alguna de cambio social sino a través de las armas. No obstante, ello no representa necesariamente una divergencia con la iniciativa zapatista –aunque si con su ideario– que quedó de manifiesto cuando el EPR dispuso un alerta militar para facilitar su paso en territorio chiapaneco.

Resta comprobar si estos posicionamientos son respuestas coyunturales o estrategias políticas de largo plazo.

La posición de los grupos guerrilleros ante la “Otra Campaña”, la relevancia que aún tiene el EZLN en ese espacio y las diferencias, ante la aparente similitud, entre las distintas organizaciones clandestinas armadas mexicanas, ¿son acaso un reflejo de las diferencias y las disímiles evaluaciones que existieron al interior del EPR en 1994, apenas ocurrido el levantamiento en Chiapas?

2. Las elecciones presidenciales

Acerca de la coyuntura electoral del 2 de julio, también se han ido definiendo las posiciones de cada grupo. Todos hacen referencia a que no boicotearán el proceso electoral y pusieron de manifiesto su respeto al aceptar la decisión popular de acudir a las urnas; pero además no han ocultado sus expectativas (pues los grupos perciben diferencias entre los candidatos) ante los resultados del 2 de julio y se han reservado, obviamente, el derecho a la crítica.

Como “caso testigo” de esta circunstancia, es válido lo ocurrido en las últimas elecciones celebradas en Guerrero. No hubo, por parte de los grupos insurgentes, acciones militares que apuntaran a boicotear o interferir con el acto electoral y los ataques sucedidos en los días previos –que originalmente habían sido atribuidos a la guerrilla– finalmente no fueron de su responsabilidad.

Y aunque durante el gobierno de Zeferino Torreblanca Galindo se llevaron a cabo acciones militares, no se registran otras por parte de los guerrilleros contra el nuevo gobierno que no sea la de la crítica política a través de sus comunicados. (El primero de los grupos en dar a conocer públicamente sus críticas ha sido el ERPI.) Ello parece demostrar que la dinámica que impulsan –confirmada con las acciones de menor envergadura registradas en Morelos y Edomex– son independientes de los tiempos electorales y están previstas y decididas con anterioridad al inicio del nuevo período gubernamental.

3. Diez años…

Ante el próximo 28 de junio, a diez años después de la primera aparición en Aguas Blancas del EPR, todo resulta una incógnita. Esta fecha encuentra a los grupos guerrilleros desunidos, con sus posturas cada vez más radicalizadas y con un historia reciente plagada de desencuentros. Más aún, la mayor parte de su existencia ha ocurrido entre divisiones, escisiones y enfrentamientos entre ex camaradas de armas.

No se percibe tregua alguna entre ellos.

Si en algún momento podía preverse una posible superación de los conflictos, los comunicados y las declaraciones aseguran un distanciamiento semejante al de un punto sin retorno.

Sin embargo, este distanciamiento no parece ser ideológico (todos aseguran su caracterización de marxistas–leninistas) sino de táctica y estrategia. Esto es producto de los enfrentamientos antiguos que no han saldado aún; también por las distintas formas de asumir la práctica política; la conclusión que cada sigla adopta en cuanto a términos de construcción partidaria; la democratización de sus estructuras; la toma de decisiones al interior (que también coinciden en el centralismo democrático como punto en común) que, finalmente, termina dividiendo a los proyectos revolucionarios que en apariencia son idénticos.

Para el caso, no es en vano que todos provienen de un mismo lugar.

Condicionado por estas circunstancias, el movimiento guerrillero mexicano se enfrenta a un momento difícil aunque no decisivo: un escenario plagado más por las incógnitas que han sabido construir que por las certezas que otorga la necesidad compartida de impulsar un proyecto socialista y revolucionario.