Operación Poniatowski

OPERACIÓN PONIATOWSKI

(Secuestro de Héctor Ricardo García, propietario del diario Crónica.)

Marzo de 1973. El país se prepara para derrotar electoralmente a la dictadura militar. Pero las posiciones de las organizaciones revolucionarias frente a las elecciones no son unánimes. La que ahora se denomina "organización extremista declarada ilegal" llama a votar en blanco. Un sector de la misma se separa en el entendimiento de que es necesario apoyar al FreJuLi utilizándolo para derrotar a la dictadura. Ese sector que se denominará 22 de Agosto se plantea la necesidad de publicitar ante todo el pueblo ese apoyo y de hacerlo a través de una operación militar.

Señalada esta necesidad como prioritaria a cualquier otra tarea, se analizan las formas posibles para llevarla a cabo. Sucesivamente se desechan varias por poco efectivas o por imposibilidades operativas, hasta que alguien trae unos pocos datos sobre Héctor Ricardo García, propietario del diario Crónica y surge la Idea de secuestrarlo y exigir por su libertad la publicación de una solicitada. El método es inédito pero sin duda si se concretara seria un gran golpe.

Así se decide volcar todos los esfuerzos de la naciente organización a obtener mayores datos y estos señalan: vive en Palermo, piso 11, en un edificio ubicado en la intersección de Guido y Agüero frente a una plaza que llega hasta Avenida del Libertador. Su compañía habitual son dos mucamas y alguna amiga. No hay custodia personal o en el edificio pero sí varios policías de consigna en edificios cercanos que alojan personajes del régimen o residencia de embajadores. Recibe obsequios con frecuencia producto de sus múltiples relaciones con todos los ambientes de Buenos Aires y del exterior. (Y este dato seria muy importante).

La información no es abundante pero se acerca la fecha de las elecciones y se hace necesario acelerar la operación.

El plan queda formulado y se reúne a los compañeros que participarán a fin de que cada uno conozca perfectamente su papel. Los riesgos son muchos, pero vale la pena intentarla porque el resultado exitoso lo justificaría.

Un compañero lee por ahí que en Francia hay un político francés (reaccionario él) de apellido Poniatowski y por contraposición al común apellido García, se le pone ese nombre a la operación.

El 6 de marzo todo está ya listo para comenzar, cuando un compañero a cargo de uno de los coches que harán de apoyo llega con la novedad de que no quiere arrancar. Son las 8.15 y le operación debería estar ya en marcha. Imposible solucionar nada a esta altura. Poniatowski deberá esperar unos días más.

El 8 de marzo, en la confitería situada frente a la Facultad de Derecho, el gallego Palmeiro, responsable de la operación, comprueba que todo está listo.

El día as gris y cae una ligera llovizna lo que conspira contra la normalidad de estadía de quienes desde la plaza situada frente al departamento de García tendrán a su cargo la protección, pero en el mismo momento en que se ponen en marcha, la llovizna cesa. Todo empieza bien.

Sobre la calle Agüero queda estacionado un auto con las llaves bajo el asiento. Un poco más atrás se estaciona otro con un chofer al volante. Sobre la plaza se distribuyen cuatro compañeros armados con dos ametralladoras y un FAL y sus correspondientes armas cortas, convenientemente disimulados. Parece mucho, pero si llega a haber un problema se prevé la inmediata llegada de varios patrulleros pues es una zona muy vigilada.

A las 8.20 una camioneta estaciona frente al edificio donde vive García y de ella descienden tres hombres que descargan una docena de cajas de whisky. Uno de los hombres es el Gallego vestido correctamente pues su papel es el del mensajero que trae un obsequio; los otros están vestidos con ropa de trabajo y son quienes cargan el regalo. Producida la descarga la camioneta se retira.

El portero, cuya presencia posible y sus posibles actitudes ante la entrada de los compañeros motivaron largas discusiones, las resuelve expeditivamente: No está a la vista en ese momento.

Ascensor y piso 15. El Gallego y F. descienden allí. E. baja por la escalera y queda entre el 14 y 15. Tocan el timbre y esperan largos segundos una respuesta (en esas situaciones el tiempo se alarga bastante). Silencio y otro timbrazo.

Una voz de mujer semidormida pregunta desde adentro: -"¿Quién es?".

-Traemos un presente para el señor García.

-Pero yo no puedo abrirle (la voz es insegura).

-Lo manda el señor Intendente Montero Ruiz. Aquí le paso su tarjeta.

Los de documentación nunca supieron de dónde salió la tarjeta, pero ¡qué bien vino!

Por el ruido se dan cuenta que la mujer que contestaba se retira. Al cabo vuelve y dice que enseguida abre. Cuando el Gallego y F. escuchan la llave que les abrirá la primera plana de la Crónica de ese día casi no lo pueden creer.

-Pasen. Dejen las cajas ahí.

La mucama colabora en entrarlas. Entretanto el Gallego echa una rápida mirada y pregunta por García.

-El señor duerme y no le gusta que lo molesten.

No hay más tiempo que perder. Se reduce a la mucama y a otra que aparece en ese momento. Las palabras son amables, tranquilizadoras y aunque se asustan un poco no hay gritos. El compañero que esperaba en la escalera entra y se hace cargo de las dos mucamas.

G. y F. las interrogan y se enteran que García tiene un piso doble y está durmiendo arriba. Haciéndose acompañar por una de ellas llegan hasta la puerta

del dormitorio y el Gallego entra pistola en mano ("Y por las dudas García tuviera un arma sobre la mesita de luz", explicaría después).

Don Héctor Ricardo García se asusta mucho y tiene sus motivos. Dormía plácidamente junto a una conocida artista de televisión y despierta bruscamente frente a una Browning y un tipo que le dice que se quede quieto. En cambio la señorita lo toma con más calma. ("Primero me ocupé de García y cuando vi que todo estaba bien la miré a la acompañante y le digo: -García tiene buen gusto", contaba G.).

Lleva un tiempo convencer a García de que nada quieren hacerle, pero al fin le queda claro lo que se busca. A esa altura ya está dominada la casa y todo el mundo reunido en el hall. Suena el timbre y se endurecen los gestos.

-Soy la nueva empleada, ¿puedo pasar?

Es N., la compañera que viene a ponerse el delantal de las mucamas auténticas por si llegara algún proveedor o cosa por el estilo. Le abren la puerta con una sonrisa.

F. sale al balcón y ve que sobre la pieza todo está bien. Si no fuere tanta la altura podría haber distinguido el guiño de ojo y la sonrisa de los que allá

abajo si podían distinguirlo.

El Gallego le explica detalladamente a García lo que se piensa hacer con él; éste pone algunos reparos pero después llama a Gangeme que es el director de la edición vespertina del diario y le pide que se reúna inmediatamente con él.

En quince minutos deberá estar allí. Para matizar la espera García les muestra la casa. No vive mal don Poniatowski. Las mucamas ofrecen café. E. pide también té, y después un vaso de leche y otro cafecito. Trabajador acostumbrado a vivir con el peso justo ahora aprovecha. Y seguro que no pidió más porque Gangeme llegó puntualmente.

Se le aclaran los detalles técnicos. Primera plana, no menos de un cuarto de página, absoluto secreto hasta último momento. Y de parte de la organización

inmediata libertad de García. Todos de acuerdo.

Empieza la retirada. El dueño de Crónica quiere pagar el whisky que sirvió para entrar en su casa. "Es una atención del 22" le dicen. Bajan con García hasta la cochera y se suben a la cupé Torino de él. F. toma el volante, García va sentado a su lado y atrás el Gallego con su mano izquierda sobre el hombro de don Héctor.

El portero los ve salir y saluda amablemente. En el piso 15 la mucama por un rato y E. se despiden y se van. Cruzarán tranquilamente por delante de la custodia de no se sabe quién, que vive a 50 metros del edificio donde se ha desarrollado el secuestro.

Los compañeros que están en la plaza se retiran en los coches y a pie. A las 9.05 la zona está despejada y los periodistas de Crónica trabajan preparando la edición vespertina como todos los días. Pero no será como todos los días.

El auto con su "solicitada andante" llega a un lugar donde espera la camioneta en la que García será conducido a una casa, donde se esperará el éxito definitivo de la operación.

Ya en ella, aunque no era lo convenido el Gallego no se queda. "Esta parte no es lo que me gusta vos sabes" se disculpa y se va. Quedan otros que hacen todo lo posible para que García la pase bien, pero éste no tomará sino un cuarto de vaso de agua en las doce horas que estuvo allí, reclinado dentro de una carpa.

Charló un rato, colaboró para que se le tomaran unas fotos y leyó con la inocultable alegría de quien ve su orden de libertad la primera plana de Crónica de ese 8 de marzo de 1973.

Allí, en un recuadro bajo el titulo "El 22 de Agosto apoya al FreJuLi" estaba publicado integro el comunicado de la organización.

Por entonces canal 11 pasaba a cada instante la noticia del secuestro y Crónica era vendida a cualquier precio hasta agotar su tiraje, como meses después ocurrirla con Clarín.

A las 22 hs. Héctor García era puesto en libertad. Después, ante las cámaras de TV explicó que había sido tratado correctamente y quiénes eran los que lo habían secuestrado.

Como siempre le gustó la publicidad algunos creyeron que todo había sido una maniobra para promocionarse. Y aunque después pueda haberla utilizado así, García sabia que había pasado por una difícil experiencia y el 22 de Agosto sabia que había dado su primer golpe para afirmar su existencia independiente.
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FUENTE: "LIBERACIÓN POR LA PATRIA SOCIALISTA", Nº 22