En América Latina la izquierda avanza

EN AMÉRICA LATINA LA IZQUIERDA AVANZA

Decir que soplan vientos nuevos por América Latina ya no resulta novedoso, eso se percibe sin mayor esfuerzo y la coincidencia al respecto es prácticamente generalizada; sin embargo el consenso se rompe cuando se habla del rumbo que dichos vientos tienen.

Es evidente que el imperialismo norteamericano ha sufrido varios golpes políticos en la región; la mayoría de los analistas los circunscriben o restringen a los resultados electorales producidos en varios países, entre los que destacan los triunfos de Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correa y Lula, sin embargo los tropiezos del imperialismo y las burguesías criollas no tienen únicamente connotaciones electorales, ni tampoco se explican por sí solos.

Los actores fundamentales del nuevo momento político existente son los trabajadores, los pueblos, la juventud, en éstos se ha producido un desarrollo de la conciencia de cambio y transformación social, se ha afirmado el rechazo a las políticas emanadas por el imperialismo yanqui y a sus peones que las han aplicado, ha crecido la confianza en su capacidad de combate para derrotar y revertir procesos políticos impulsados por los enemigos de los pueblos. Así se explica, y a la vez se expresa, el desarrollo del movimiento de masas operado en estos años, que ha enfrentado los programas de ajuste neoliberal, derrotándolos en varios sitios. Esa ha sido la antesala política a los resultados electorales, y en aquellos sitios en los que el movimiento de masas ha tenido expresiones más altas de combatividad y radicalidad, más claramente se ha ido configurando una tendencia progresista, democrática y de izquierda que en general toma cuerpo en la región.

En América Latina gana fuerza y presencia la izquierda, hasta podríamos decir que se está poniendo en “moda” se parte de ella, como en los años ochenta y noventa era combatirla. Sectores que hasta hace pocos años negaban la vigencia de la izquierda, ahora, frente al nuevo escenario, dicen arroparse con ella; se trata de facciones “centristas”, socialdemócratas en unos casos y reformistas en otros, pregoneros de un cambio social que se cuida de no hacer saltar por los aires la actual institucionalidad burguesa y, por el contrario, lo conciben en el marco del mismo capitalismo, esto es, funcional al sistema.

Siendo importante el reconocimiento que se hace a la izquierda como la propulsora de los cambios que la sociedad necesita, no es menos cierto que al mismo tiempo se trabaja por desnaturalizarla, por incorporar como componentes de ella a sectores “centristas” y, al mismo tiempo, por tipificar y relegar a los revolucionarios como desfasados. Así se promueve un denominado “socialismo del siglo XXI” que se abriría paso en medio de urnas electorales y procesos pacíficos, contraponiéndolo al socialismo revolucionario, al que lo califican de inviable y antihistórico, repitiendo frasecitas que la burguesía internacional las gritaba insistentemente hasta hace pocos años.

De hecho, el imperialismo yanqui se encuentra incómodo –por decir lo menos- con lo que está ocurriendo, porque sus principales peones han perdido espacio; la misma capacidad de maniobra del imperialismo se encuentra afectada al haber sido golpeadas poderosas facciones burguesas a su servicio en distintos países. Su política tiene tropiezos en su ejecución y, en más de un caso, imposibilitada de aplicarse; sus fichas políticas acusan un agudo desprestigio, como es el caso del presidente colombiano Álvaro Uribe, mientras las fuerzas insurgentes de ese país ganan simpatía entre los pueblos, como lo obtiene –en mayor medida, claro está- el presidente venezolano por su postura digna y soberana o el presidente boliviano por su política en defensa de los recursos naturales de su país.

¿Vivimos un momento revolucionario? No. Como lo señalamos ya, hay un despertar de las masas, hay un desarrollo de su conciencia, persiste la búsqueda del cambio social. Ha crecido y toma cada vez más forma y fuerza una tendencia progresista, democrática y de izquierda en toda la región –que pelea y disputa espacios a la derecha-, pero las fuerzas revolucionarias aún no son el componente fundamental de este contingente, por lo tanto, no están en capacidad de definir el rumbo del movimiento de masas, pero pugnan por hacerlo.

Lo más importante, insistimos, es el desarrollo de la conciencia de los pueblos, que receptan con mayor facilidad las ideas y propuestas revolucionarias y muestran disposición a desarrollar combates más altos.

Para los revolucionarios, el actual escenario latinoamericano nos plantea el reto de desarrollar la capacidad plena para aprovechar esta coyuntura y dirigir el movimiento de masas hacia una salida insurreccional o, de lo contrario, dejar que sea aprovechada por fuerzas que, hablando del cambio social y hasta del socialismo, no cumplirán más que la función de válvula de escape de la crisis política que tiene preñada a la región.