La violencia de los de arriba y la respuesta de los de abajo

LA VIOLENCIA DE LOS DE ARRIBA Y LA RESPUESTA DE LOS DE ABAJO

La violencia de los de arriba en Ecuador aparece en el proceso de la desintegración de la comunidad primitiva. Los Incas, bajo la dirección de castas sociales aplicaron formas de relación esclavistas y la vigencia de la propiedad. Los españoles con la espada y la biblia sometieron a los pueblos y aplicaron las mitas, obrajes y batanes convirtiendo a los pueblos indígenas en siervos de los terratenientes e imponiendo el régimen feudal.

Mientras que, la oligarquía como clase en nuestro país es una realidad en la penumbra de la sociedad feudal y en el proceso de consolidación del capitalismo como modo de producción. Su presencia en la sociedad ecuatoriana toma fuerza producto de la revolución liberal dirigida por Eloy Alfaro y sus huestes montoneras compuestas por hombres y mujeres del campo y la ciudad. Aquel proceso le convirtió a la oligarquía en clase dirigente que utilizó la violencia armada de las masas para hacer suyo el poder; para destruir un modo de producción feudal atrasado, caduco que impedía el progreso de las fuerzas productivas e imponer uno nuevo, el capitalismo.

Las motivaciones de la oligarquía para organizar la insurgencia fueron concretas: acumulación económica, poder político y “sustitución de la explotación disfrazada con ilusiones religiosas y políticas por la explotación franca, descarada, directa y escueta” (Manifiesto Comunista). Largos años ha transcurrido desde 1895, hasta nuestros días. La oligarquía como clase domina todas las líneas de la economía del país a través de los grupos monopólicos; todos los grupos son articulados por la banca y comprenden varios sectores- industria, servicios, agroindustria, comunicación- actuando de esta manera como grupos financieros.

Esto ha dado lugar a una gran concentración de capital y riqueza; de los 13 millones de ecuatorianos, 400 mil, son ricos (con propiedades o bienes de más de un millón de dólares). Concentran para sí: fábricas, industrias, comercios, puertos, telefonía, medios de comunicación, vías de comunicación, bancos, financieras, máquinas, herramientas, mineras, constructoras, vehículos, tierras, ríos, es decir, son dueños de todos los instrumentos y objetos necesarios para producir bienes, pero también, concentran a obreros y trabajadores para garantizarse la plusvalía, convirtiéndoles en verdaderos “esclavos modernos” del sistema capitalista.

¿Que refleja esta realidad?

A simple lectura, violencia, desigualdad social, iniquidad en el reparto de la riqueza. Mientras unos pocos son dueños de los medios de producción, la mayoría, solo tienen su fuerza de trabajo como propiedad. Significa que la propiedad privada en el sistema vigente se impone sobre la propiedad social. El capitalismo no permite que exista una distribución equitativa de la riqueza, la regla principal posible es que exista acumulación de capital.

Significa que la oligarquía, como clase minoritaria y opresora es fundadora y administradora de la violencia social contra la clase mayoritaria, el pueblo trabajador. Esta afirmación se sustentan en las siguientes estadísticas: en nuestro Ecuador mientras la canasta básica esta en 455.29 dólares, el ingreso mínimo unificado trabajando un promedio de 1.6 personas de un familia de 5 integrantes, gana $ 317.19 dólares. La violencia más infame que aplica la oligarquía esta en que cerca de 800 mil niños no pueden ir a la escuela; el 90% de los jóvenes no cubren con sus necesidades básicas; el 58.9% vive en condiciones de pobreza y el 28.7% en extrema pobreza; más de un millón y medio de jóvenes trabajen sin un contrato fijo; miles de jóvenes que concluyen sus estudios secundarios no pueden ingresar a las Universidades por carencia económica y los que logra ingresar no concluyan el proceso de formación universitaria porque tienen que trabajar para sostener a su familia; de de igual manera, que una familia de seis miembros viven en un cuarto de 7 metros cuadrados, en paredes de plástico y cartón, sin ningún servicio básico a su disposición y, al frente de ellos, se encuentra una familia de tres miembros, que vive en una construcción de 300 metros cuadrados con todos los servicios básicos incluido piscina, jacuzzi, canchas deportivas y más.

He aquí como la desigualdad, deja expreso lo violento que es el sistema capitalista. Se puede llenar páginas con ejemplos y datos sobre como la oligarquía arrincona al pueblo a la indigencia y pauperiza a la clase media, pero al mismo tiempo, forja, las herramientas y los recursos humanos que toman conciencia de su papel revolucionario y trasformador. Siempre la clase que detiene el desarrollo de los pueblos y las fuerzas productivas ve crecer otra que niega lo precario y empuja lo revolucionario.

Entonces la violencia es el resultado de la concentración de la propiedad en un minúsculo grupo de personas organizados en grupos económicos y están representados en las diferentes cámaras de la producción y los partidos políticos que a su vez, componen la clase oligárquica responsable de la pobreza, exclusión y emigración de un alto porcentaje de hombres y mujeres de nuestro Ecuador. A esta violencia llamamos, violencia social o de clase.

La ofensiva de la oligarquía.

Para justificar la violencia social que se expresa en la pobreza, el hambre, la desocupación, en la falta de servicios; en el reducido presupuesto educativo para las escuelas, colegios y universidades, en la falta de techo para las familias empobrecidas, en centros de salud y hospitales sin medicinas y equipos necesarios etcétera, la oligarquía recurre a los medios de comunicación para decir que la violencia esta en la calle, en la delincuencia.

Los noticieros de televisión vomitan sangre en las narices de la intranquila población. Varios periodistas, cumplen el papel de “agentes policiales” supuestamente para poner al descubierto el crimen. Los diarios parecen escritos con sangre. Cabe recalcar que los medios están en manos de los verdugos (Fidel Egas, Teleamazonas; Canal 1 y Gamavisión, Isaías; Telerama, Eljuri, entre otros.) y no de las víctimas (el pueblo luchador).

Con esta forma de hacer “noticia” pretenden generar desconfianza, carencia de solidaridad, aislamiento y justificar la represión.

Criminalizar la protesta, el reclamo, el paro, la huelga, al combate callejero y la participación de los sectores sociales excluidos como sinónimo de “delincuencia disfrazada”, desfigurando el derecho de los pueblos a luchar por sus intereses y exigir se cumpla con los ofrecimientos electorales y de los gobiernos central y seccional.

Cada cierto tiempo condenan, desfiguran y atacan violentamente cualquier indicio de expresión popular que trastoque su tranquilidad y gozo explotador. Promueven a “analistas políticos” y traidores “ex_guerilleros” para que difunden la “paz ciudadana”, “la armonía” de las clases sociales y discursean el impulso de la democracia verdadera, la libertad y hasta la revolución con “flores y claveles” sin atentar ni un centímetro los intereses de las empresas yanquis y de los magnates criollos. “Viva la revolución ciudadana y pacífica” corean las voces destempladas de la mayoría de cadenas de televisión, radio y prensa.

También difunden que la violencia es doméstica: el maltrato físico del esposo a la esposa o viceversa; las pandillas y naciones como culpables de todos los males y delitos que sucede en los barrios y urbanizaciones, por tanto, todo joven, mechudo y vestimenta negra, es un potencial “pandillero y delincuente”. Alertan permanentemente a mirar a todos los lados en las calles, al llegar al trabajo, a la casa, al estudio; protéjase, denuncie (delate), contrate guardia privada, encadene su barrio, no pare en los semáforos, es decir es una cadena de prohibiciones que aterrorizan y mantiene en sicosis a las personas.

¿Cual es el interés que motiva a promover estas tesis?

Primero aseverar la vigencia del sistema capitalista, negar la existencia de clases sociales y la lucha entre estas; hacer ver que la acción de los pueblos es sinónimo de delincuencia, de desadaptados sociales que se oponen sin razón al sistema que da “oportunidades” a todos sin distinción. Ocultar y negar de manera planificada que la causa de la violencia social y política es un problema asociado con la creciente insatisfacción del desarrollo económico, político, social y cultural de los pueblos y que los culpables del atraso y exclusión son Egas, Noboas, Eljuri, Nebot, Febres Cordero, Paz, Isaías, entre otros ricachones explotadores y los terroristas de turno de la Casa Blanca y el Pentágono.

Segundo que la violencia se solucionará fortaleciendo y endureciendo las leyes y penas; formando jueces que cumplan al pie de la letra la justicia “para el de poncho”, como dice la sabiduría popular; construyendo grandes cárceles, de alta seguridad administradas por las Cámaras de la Producción y aumentando la cantidad de gendarmes bien armados en las calles, preparados por israelitas, franceses y chilenos expertos en torturas (maltratos físicos que no se ven), para velar por la “seguridad ciudadana” y defender la propiedad privada.

Promover la idea que la violencia se expresa en la acción de un delincuente contra el indefenso “ciudadano” y no en la concentración de la riqueza y la existencia de la gran propiedad privada oligárquica.

Un poeta revolucionario ecuatoriano describe de forma clara poniendo énfasis en la juventud esta ofensiva:

“La protesta juvenil ha sido limitada, desviada, confundida. Así lo demuestra el individualismo existencial, la conciliación y el colaboracionismo con el sistema, el refugio en la vida privada, la actitud escéptica, la “rebeldía sin causa”, el “folclore” contemplativo de la revolución convertido en poster, la “cultura de la contestación”, que no es sino la típica manifestación anarquista y nihilista, la auto-separación social, la auto-marginación hippie contra el consumismo, el ejercicio de la no-violencia, así como la violencia por la violencia, la formación de pandillas, el culto a la drogadicción, el resurgimiento del oscurantismo religioso, de la superstición, el esoterismo, las sectas, etc.

“La desmovilización de la juventud, en la lucha por trasformaciones sociales y políticas profundas, es el gran objetivo de la reacción. El rechazo juvenil a la participación política se ve “argumentada” y sostenida por la existencia de la corrupción y podredumbre propia de los partidos de la reacción, así como de la persistencia de la nociva acción del revisionismo de diverso matiz, el oportunismo y el arribismo. Los “grandes y nobles valores” con los cuales la burguesía “educa” a la juventud no son sino aquellos de la defensa del sistema de la propiedad privada y toda la concepción ideológica, política y económica de la burguesía”.

Esto significa que es necesario tejer barreras de resistencia ideológica y política para no ser alienados por las ideas contra-revolucionarias regadas por los instrumentos imperialistas, aplicados por las oligarquías y secundados por una caterva de frustrados “revolucionarios” o mas conocidos en el argot popular como “incendiarios a los 20 y bomberos a los 40”.

Persistir y sostener la razón histórica de la lucha consecuente y decidida a favor del pueblo, esclarecer cada vez mejor como se benefician los ricos de la explotación y porque son los principales enemigos de los pueblos; incentivar la activa participación política de la juventud en los barrios, sindicatos, comunidades, colegios y universidades; planificar en detalle el combate de calles.

Oponernos al pacifismo y al reformismo porque fomenta la conciliación de clases y atacan la lucha por la revolución trasformadora.

La respuesta de la organización

El imperialismo y la oligarquía difunden profusamente sobre los inventos, los prodigios alcanzados en las comunicaciones y su capacidad para producir bienes y servicios. Pero no puede explicar, sin ponerse a descubierto como con tan elevado potencial productivo convive en el planeta 5000 millones de pobres.

Las causas de estos problemas esta en la esencia injusta, desigual y violento del sistema capitalista y son elementos objetivos de la crisis de este sistema, que motivan la lucha y el combate, la sublevación, la insurgencia, la desobediencia civil, la rebeldía, el paro y la huelga como respuesta de los pueblos y las organizaciones consecuentes para cuestionar las bases del capitalismo. Estas acciones se están haciendo cada vez más masivas y frecuentes en su búsqueda por mejorar sus condiciones de vida.

El Estado es la herramienta que utiliza la oligarquía para mantener esta situación social. La violencia del Estado, desplegada por la policía, las fuerzas armadas, las instituciones y las leyes, son las que mantienen y garantizan que los opresores del pueblo pueda seguir empleando esa otra violencia: el bajo salario, la desnutrición infantil, la desocupación, la emigración forzada, la falta de servicios, el pago de la deuda externa, la impunidad etc.

La violencia de la oligarquía y el imperialismo, ejercida a través del aparato estatal, reproduce más violencia en la base de la sociedad; la única solución posible es la de organizar esta violencia, darle un sentido justo, un contenido social y revolucionario. Transformarla en una lucha abierta de los oprimidos hacia los opresores; transformar la violencia ciega y sin sentido en revolución social.

Hay un dicho muy antiguo, “guagua que no llora no mama”. Esto en política se ha convertido en una realidad constante en el país. Si los pobladores, indígenas, campesinos, trabajadores, obreros, estudiantes y más sectores populares no se tomaran las calles, las carreteras, las instituciones y en medio de esto no tiraran una molotov o harían sonar uno que otro volador y algo más ¿qué pasaría? ¿La oligarquía haría concesiones al movimiento popular?

Si damos una ojeada a la historia del Ecuador encontraremos que las ideas de cambio, la protesta masiva y la radicalidad en la acción han sido una persistente expresión de los pueblos en las distintas etapas de la vida antes y después de la conformación como República del Ecuador, solo a través del uso de la vía popular se han conquistado derechos favorables a los intereses del pueblo. En su momento los terratenientes y hoy la oligarquía jamás ha entregado nada pacíficamente a los verdaderos forjadores de la riqueza material, los obreros y campesinos.

La violencia de los de abajo, tiene su razón y su fuerza, porque busca igualdad, libertad, democracia plena, mejorar la calidad de vida de los hombres y mujeres, jóvenes y adultos, soberanía e independencia nacional, respeto a las costumbres y cultura de los pueblos y nacionalidades, oponer la explotación de la fuerza de trabajo por la participación consciente y de colaboración en el proceso productivo; porque los medios de producción sean de propiedad social que niega a la propiedad privada, en definitiva, que los de abajo gocen los frutos de su trabajo y su lucha consecuente.

La violencia de los de abajo tiene como propósito sustituir el privilegio de un régimen sujeto a las reglas del beneficio, la competencia y la explotación por otro regulado por la satisfacción de las necesidades sociales. Solo extirpando el capitalismo podrán abrirse las puertas hacia una emancipación social.

El país tiene tierras fértiles, yacimientos minerales, grandes cuencas hídricas, riquezas energéticas, que no son potencializadas y en provecho de las mayorías, este es el gran reto de la nueva sociedad socialista y revolucionaria, potenciar los recursos humanos, naturales científicos y tecnológicos en provecho de las mayorías excluidas.

Preparar la organización de la insurgencia popular que es uno de los caminos necesarios y seguros para alcanzar el aniquilamiento del capitalismo y la construcción del socialismo revolucionario, es la tarea vigente. Solo arrinconando política y militarmente a la oligarquía y al imperialismo con la participación de las masas populares dispuestas al combate frontal y responsable, el pueblo será poder.

A. Neuberg, en su libro la insurrección armada dice:
“Negar la necesidad y la fatalidad de la lucha armada, y en general de la lucha armada del proletariado contra las clases dominantes, es obligatoriamente negar la lucha de clases en general, es negar la dictadura del proletariado y al mismo tiempo es alterar los propios fundamentos del marxismo revolucionario, convirtiéndole en una repugnante doctrina de no-resistencia”

Y más adelante…

“El proletariado debe saber que el entusiasmo por si solo y la decisión no bastarán para derrocar el poder de la burguesía: para ello se necesitan armas y una buena organización militar que se apoye en el arte militar y en un plan de operaciones”

El uso de la violencia de los de abajo es inevitable, es consecuencia de la formación económica, política y social del Ecuador, es consecuencia del tipo de Estado y de los enemigos a los que nos enfrentamos.

Los revolucionarios somos amantes de la paz, concebida como un estado de progreso social, colectivo e individual; los revolucionarios luchamos por la paz pero para alcanzarla nos reafirmamos que solo por los medios violentos podremos derrotar al sistema capitalista y a la oligarquía. Comprendemos a la violencia de los de abajo como la confrontación de los obreros, campesinos, pobladores de los barrios populares, de jóvenes y viejos de los soldados patriotas contra la oligarquía y el imperialismo.

Nuestra lucha es por construir un Estado ecuatoriano socialista y revolucionario.