Mensaje a los presos políticos

MENSAJE A LOS PRESOS POLÍTICOS

Jaime Bateman

21 de septiembre de 1980

A mediados de 1980 cientos de presos políticos, de todas las organizaciones armadas, se encontraban en las cárceles de las principales ciudades del país. Bateman se dirigió a sus compañeros, mediante una charla grabada, para compartir con ellos sus apreciaciones sobre el momento político que vivía Colombia.
(Nota del Compilador).

La Organización ha mantenido el ritmo exigido por las circunstancias. Nuestros enemigos quisieron imponernos su voluntad a fuerza de detenciones y de torturas, con el único fin de quebrantar nuestra voluntad de lucha, quebrantar nuestras justas demandas de libertad, democracia y liberación nacional. En la práctica, los militares basaban los asesinatos, los allanamientos, en las detenciones, las torturas, sin embargo no han logrado los objetivos perseguidos.

Son inmensas, porque son populares las reservas morales con que contamos para continuar al lado de nuestro pueblo. Para la mayoría de nuestra militancia estos acontecimientos han sido demasiado duros. Los errores, la falta de disciplina, la incomprensión de nuestro proyecto y los golpes recibidos nos colocan en una situación doblemente crítica.

Por un lado, porque nuestros planteamientos son ahora ampliamente conocidos, nuestro nombre está en boca de miles y millares de Colombianos y las esperanzas despertadas son infinitas. Este factor nos lleva a creer que el camino trazado es justo —o mejor— cada vez más justo, que existe una inmensa audiencia, que tenemos una perspectiva popular revolucionaria, la cual tenemos que asimilar y empujar hacia adelante.

Después de la toma de la Embajada de la República Dominicana por parte del Comando “Jorge Marcos Zambrano”, se ha creado una situación realmente positiva para nuestro proyecto y para las perspectivas revolucionarias en nuestro país; es necesario que hagamos un alto en el camino para poder analizar, racionalizar y poder ver cuáles son las mejores perspectivas en estos momentos. Para nuestra Organización nunca ha sido difícil elaborar autocríticas, o críticas severas, no sólo por el formalismo de estar estatuidas, sino porque ha sido una constante práctica, un criterio sano, acertado, de encontrar los caminos para solucionar los problemas aparentemente insolubles.

Siete Conferencias Nacionales en seis años de vida, atestiguan nuestra profunda preocupación por la confrontación de las ideas, por el logro de caminos que nos conduzcan a la superación de las fallas y de los errores. Basta mirar atrás, sin ánimo triunfalista, para darnos cuenta de los inmensos saltos que hemos dado para darle a nuestro pueblo, a nuestra revolución, una Organización que esté al nivel exigido para el enfrentamiento. Esa corta historia nos ha dejado lecciones, las cuales no podemos dejar de un día para otro. El contar con una línea política que nos ubica en los objetivos estratégicos y prácticos; el contar con una línea amplia de masas y para las masas; el haber dado pasos firmes para la superación de ideologismos, enfermedad infantil que todo lo reduce a frases sin relación con la realidad, de haber logrado una presencia nacional, una audiencia nacional y encontrarnos en el corazón y la esperanza de miles de Colombianos; el haber logrado una práctica político-militar que nos coloca en los primeros lugares del combate por la democracia, por la libertad, por la liberación nacional; el haber resistido, después de múltiples golpes, los embates del enemigo y poder decir con todo orgullo y dignidad revolucionarios que ni nos rendimos, ni nos asilamos, ni nos callamos.

Estos logros, compañeros, no son gratuitos, estos logros han sido producto de cientos de factores, positivos unos, negativos otros, pero han sido producto de nuestro pueblo, de miles y miles de esfuerzos, de lágrimas, de dolor, de risas, angustias, pero siempre esperanzas, porque lo último que se pierde es la esperanza, lo último que se pierde es la voluntad de lucha. Porque luchamos por los intereses del pueblo, por eso tenemos la verdad de nuestra parte y contra el pueblo no puede nadie.

Insistimos que nuestras formulaciones políticas son, hasta el momento, ajustadas a las necesidades del país, al grado de comprensión de nuestro pueblo. Porque queremos mejorar la situación de miseria, hambre, desnutrición, incultura, que vive nuestro pueblo Colombiano; porque queremos una patria digna, una patria independiente, una patria soberana; porque creemos que la democracia, la libertad, se logran luchando, se logran organizando, se logran uniendo, se logran combatiendo. Por estas razones y muchas más, es que nuestros planteamientos tienen la aceptación de la mayoría de los Colombianos, es el programa de la inmensa población que es desposeída, perseguida, humillada, engañada.

Nos enfrentamos con un régimen que está al acecho y temeroso de las fuerzas populares, de las organizaciones político-militares, de la unidad obrera, de los paros cívicos, de las movilizaciones de las masas. Porque luchamos contra las camarillas políticas obsoletas que aparentan estar contra la situación, pero no se interesan por un cambio radical en la vida del país y antes, por el contrario, se entregan al amo del norte, se venden por migajas y sólo les interesan las posiciones burocráticas. Porque luchamos contra la miseria espantosa de los campos y ciudades, contra el desempleo que en el campo alcanza más de un millón de personas. ¿Y qué hacen nuestros políticos?: utilizan, para su propaganda personal electoral, la miseria y la angustia de la gente. Allí vemos a la primera dama de la oligarquía haciendo campaña política, vasta campaña política, con el sufrimiento y el drama de cientos de miles de damnificados, de cientos de miles de niños abandonados por la política inmoral del Gobierno. Con tal de quedarse con las fincas, con verdaderos palacios constituidos con el sudor y la explotación de nuestro pueblo. Compárese con las ganancias obtenidas en base a la explotación de los Colombianos. Compárese con los cientos de miles de millones de dólares que obtiene el imperialismo norteamericano de nuestras naciones. Por todo esto, no nos resignamos; por todo esto, seguiremos siendo inconformes y radicales; por todo esto, no nos resignamos con el fatalismo político y contra esos enemigos no hay nada que hacer; por todo esto no nos resignamos a lograr para nuestro pueblo, para nuestra patria, un destino mejor, una vida más digna, una moral colectiva más elevada. La nación no existe para el disfrute y el privilegio exclusivo de unos cuantos. Nos pertenece a todos y cada uno de los 27 millones de Colombianos que ocupan estas tierras. Por eso el pueblo no puede aspirar más que a la lucha. Pasan y pasan los años de promesas y engaños, la misma oligarquía no sabe qué prometer. Ya el pueblo no recuperará sus derechos si no se decide a conquistarlos, si no se decide a entregar su propia sangre. Para eso necesitamos la organización, para eso necesitamos la dignidad, para eso necesitamos el combate: para que los sacrificios no sean inútiles, para que las esperanzas no sean inútiles, para que las esperanzas no se pierdan, para que la desmoralización no cunda. Si las organizaciones están siendo golpeadas, si el movimiento popular está siendo reprimido, si los dirigentes populares son asesinados, no nos debemos llamar al escepticismo. Esta es la esencia reaccionaria de nuestros enemigos, ésta es la esencia represiva, agresiva, fascista del imperialismo y de las oligarquías. No podemos esperar menos de ellos. La verdad, aunque sea dura, es que nos tenemos que preparar para peores condiciones. Esto justifica plenamente la lucha; esto justifica la respuesta, cada vez más amplia, cada vez más enérgica.

El Gobierno ha declarado por boca de sus ministros, nuestra muerte; los militares antipatriotas han declarado nuestra disolución. El presidente de los grandes magnates se regodea afirmando nuestra derrota; los intrigantes, los incapaces y los cobardes saltan de la risa porque nos acabaron. ¿Cuál debe ser nuestra respuesta? ¿Debemos aceptar lo inaceptable? La lucha, ante todo, es del pueblo, es el pueblo el directo y único favorecido con la revolución. Y por eso existe el M-19, para ayudar al pueblo en su heroica lucha, para recuperar las libertades, para recuperar la democracia, para recuperar nuestro país, hoy en manos de los monopolios nacionales y extranjeros. El M-19 es la organización revolucionaria de los pobres, por los pobres y para los pobres. El M-19, por eso, hace suya la causa de todos los que han caído en esta dura lucha y proclama ante todas las naciones que no transigirá jamás con sus victimarios.

El M-19 es la invitación a unir fuerzas, a estrechar filas, a conformar un sólido frente de lucha abierta a todos los revolucionarios, demócratas, sin mezquinos intereses y cualquiera fueren las divergencias. El M-19 es el porvenir sano y justiciero de la patria, es el honor empeñado ante el pueblo, la promesa que será cumplida.

¿Estamos muertos, estamos detenidos, estamos liquidados? ¡Que se lo crean ellos, que se sigan diciendo mentiras! El pueblo no les cree. A nosotros, por el contrario, nos llena de orgullo que seamos, junto con otras fuerzas revolucionarias y democráticas, el frente de combate del enemigo. A nosotros, por el contrario, nos llena de satisfacción el inmenso operativo desatado por las fuerzas militares antipatriotas. Pese a todas las campañas sicológicas adelantadas por el Gobierno y sus secuaces, el M-19 persiste, combate y avanza.

Se nos puede acusar de estar haciendo política, pero a un costo muy alto. Y eso es cierto, no hay política sin costos. La campaña Libertadora significó la muerte de miles de hombres; más de 20 mil hombres murieron por la libertad de Cuba; 40 mil patriotas murieron en la gesta libertaria de Nicaragua. Para los políticos liberales y conservadores o seudo revolucionarios, los costos políticos nunca se tienen en cuenta, porque nunca corren riesgos, nunca asaltan una trinchera, nunca hacen una verdadera confrontación con el enemigo. Por eso su política es barata y pueden despotricar contra Dios y contra el diablo. Sus razonamientos son puros, no les falta ni un punto ni una coma, son los representantes más estimados de la ortodoxia. ¡Ah! pero cuidado, no hay que caer en provocaciones, porque entonces el enemigo se enfurece, levanta el sable y a lo mejor se daña nuestra vida.

La lucha revolucionaria, cuando las fuerzas sean equiparadas, podremos hablar de que tenemos un poder en nuestras manos. Por ahora, y eso hay que entenderlo, nuestras fuerzas son débiles y enfrentadas a un aparente monstruo. Hacia allá tenemos que ir, hacia el equiparamiento de las fuerzas. Pero para llegar a ese nivel de lucha, tenemos que organizar inmensas fuerzas, miles de hombres, para que la gente nos vea y nos reconozca como la fuerza que es capaz de ir hacia allá, tenemos que demostrarlo y demostrarlo con hechos. Podemos hacer muy bonitos documentos, pero si no están sustentados al lado de una fuerza político-militar, no haremos sino el ridículo. Nuestra Organización tiene el nombre que tiene, tiene la fama que tiene y tiene los enemigos que tiene, fundamentalmente por los hechos y estos hechos están respaldados por una política cada vez más popular, más nacionalista, más revolucionaria. Si nosotros dejamos de producir hechos, seremos lo que mucha gente quiere que seamos: un grupito más de revolucionarios idealistas que mataron el tigre y se asustaron con el cuero. Para nosotros la política ha sido un proceso, la hemos ido elaborando poco a poco y aún no lo hemos logrado. Y no lo hemos logrado porque ahí hay sectores de la Organización que se niegan a hacer de nuestra política, una política para las masas, comprensible para las masas. Por eso la VII Conferencia no es el zumo de la línea para tomar el poder, pero sí es la insistencia de que entre más cerca estemos del pueblo, más difícil será la labor de nuestros enemigos; de que entre más compartamos la angustia, sus necesidades y sus esperanzas, más corto será el camino a la liberación.

Volvemos a lo que docenas de veces hemos repetido: amplitud en la línea, amplitud en las alianzas, amplitud en la política, pero condicionémosla a que esté acompañada de un accionar político, de un accionar militar, que nos lleve a conformar fuerzas tales que podamos ver cientos de combates que nos lleven a la victoria.

Como es de público conocimiento, gran parte de la militancia y de los cuadros de la Organización, se encuentran detenidos en la mayoría de las cárceles del país. Todos nuestros compañeros, caídos en las más diversas circunstancias, han padecido desde la tortura hasta el trato discriminatorio más injusto, ya que los mismos torturadores son los jueces y defensores. Frente a esta realidad, la cárcel ha creado una situación novedosa, ya que se ha logrado concentrar, sobre todo en Bogotá, Bucaramanga, Cali y Medellín, verdaderos colectivos de trabajo, de formación, de lucha, de combate y dignidad, frente a las pretensiones de los militares de dividir, bajar la moral y, aun, de ganar compañeros débiles. Así, la cárcel, como en épocas inmemorables, cumple una función dinámica frente a las pretensiones del enemigo.

Muchos compañeros han logrado la libertad y se han incorporado a sus tareas habituales, pero el conjunto del colectivo continúa su labor, en cuanto a esto está limitada al estudio, al intercambio de opiniones, a la discusión política, al control disciplinario y, en casos especiales, a la organización de la fuga. Si bien el colectivo fue impuesto sobre el individualismo, allí donde la colectividad ha enfrentado a la haraganería, allí donde la fortaleza de la unidad se ha enfrentado a los intentos provocadores de los militares, allí el M-19 es una fuerza actuante, allí el M-19 es una perspectiva política y, lo que es más importante, el M-19 se ha convertido en uno de los pilares fundamentales del mantenimiento de la Organización de afuera, el conectador de los votos, el impulsador del trabajo de masas y, en este momento, en una presencia nacional concreta y efectiva que desarrolla, aporta y contribuye al desarrollo de nuestra presencia a escala nacional.

Desde la iniciación del Consejo de Guerra en La Picota, el M-19 dejó de ser una Organización clandestina. Ahí estaban sus dirigentes, gran parte de sus cuadros, sus consignas, su ideal, su fortaleza y representando el verdadero espíritu del patriotismo y de la dignidad nacional. Daba risa y producía verdadero orgullo ver a los militares titubeando frente a un colectivo, cantando el Himno Nacional. Y así, de esa forma, el M-19 en la cárcel demostraba lo que somos o lo que debemos ser: una Organización patriota, nacionalista y representante firme de la dignidad y de las banderas libertarias.

Ese fue otro triunfo frente a los que quisieron imponer, a fuerza de bayoneta y de tortura, su proyecto antioligárquico. Un triunfo frente a la opinión nacional que presenció algo nuevo, algo propio del país y de sus necesidades. Ya los patriotas, los héroes, los nacionalistas, no eran sólo cartilla de leer, estaban allí vivos y cantando la nobleza de nuestra lucha. Otro triunfo fue la directa negociación a que se vio abocado el Gobierno Turbayista, escondido y todo, con los representantes del M-19 en la cárcel. Si no se hizo más fue porque era imposible hacer más. Todos los organismos internacionales acreditados, ante las represiones del Gobierno Turbayista, han pasado por los fríos calabozos de los presos políticos. Allí han podido constatar el carácter esencial de los presos políticos; allí han podido constatar la infamia e indignidad de la actitud de los militares Colombianos; allí han podido presenciar a hombres y mujeres altivos, orgullosos, plenos de energía y de valor y dispuestos a soportar, como realmente lo soportaron, cualquier contingencia que el enemigo les imponga. La fuga de dos dirigentes de la Organización se hará (...) de nuestros éxitos. La cárcel mejor cuidada de la República es violada por la estrategia de la democracia. Se demostraba así cuán lejos estaban los militares de poder dominar de por vida las ansias de libertad. Quedaba corroborado el viejo principio de pensar permanentemente en la libertad. Iván Marino y Elmer Marín se convirtieron así en el símbolo de libertad y de lucha.

Pero no es menos importante señalar la actitud del resto de los compañeros que veían partir a dos de sus mejores cuadros; actitud de apoyo, de colaboración, por arrancar a la injusticia un trozo de libertad. Eso demuestra el alto sentido de la disciplina, el alto sentido del valor de nuestros cuadros y el alto sentido de la fraternidad y solidaridad del combatiente. Y por fin, y es la vida presente, la cárcel se convierte en la tribuna pública y en frente del M-19. La celebración del aniversario del M-19, el 19 de abril de este año, es una demostración del grado de organización y disciplina alcanzado por nuestros compañeros, grado de madurez política y de la seriedad con que el colectivo asume, con la misma combatividad, las necesidades de nuestra revolución.

Las protestas y las movilizaciones realizadas, demuestran lo anterior: el M-19 legal no es una oposición al M-19 clandestino. El M-19 es uno, con un solo proyecto democrático, nacionalista, revolucionario y patriótico, con una sola dirección y con una sola estructura nacional. Pero hay un M-19 legal que da la cara en la cárcel, pero con perspectiva de desarrollo. Y prepara condiciones políticas y organizativas frente a las necesidades del momento o, mejor, frente a las posibilidades del momento. No hay que pararse en mecanismos internos que nos frenen. Esa es la realidad. La avanzada de la lucha por la amnistía está en la cárcel; la avanzada del M-19 legal, si las condiciones lo permiten, está en la cárcel; la campaña nacional por la amnistía está en la cárcel. Y el M-19 no teme, en esas condiciones, contar con dos aparentes direcciones nacionales y, ¿por qué no?, con dos estructuras nacionales. Lo importante es que el objetivo, la revolución, la perspectiva, siga hacia adelante, levantando la moral y abriendo luchas populares.

Lo importante es que las condiciones de nuestra actividad sean cada vez más amplias, cada vez más profundas, cada vez más alma y sangre de nuestro pueblo.

No le tenemos miedo porque en el M-19 las condiciones más difíciles de presión, cuando la toma de la Embajada de la República Dominicana, demostramos, sin tener contactos fijos y permanentes, contar con el mismo discurso, el mismo objetivo, el mismo estilo, el mismo método. Después nos preguntábamos, cómo en general lo habíamos hecho, cómo en lo general habíamos mantenido los mismos criterios. Por eso, donde haya una dirección férreamente unida a los principios, férreamente unida a las necesidades de nuestra revolución, no hay muros que impidan la comunicación, ni hay actitud enemiga que confunda lo central. Entonces, este 21 de julio, el M-19 se declara Organización legal, con estructura legal, con dirección legal y con perspectiva legal. Esa es una punta de lanza para futuros combates a todos los niveles de la actividad política de masas; a nivel de la clase obrera se mantienen contactos permanentes y directos con bases de las más diversas centrales obreras, con el fin de contribuir, aprender, enseñar, aconsejar, organizar y levantar ánimos; el movimiento campesino, ampliamente golpeado por las fuerzas militares y por la falta de unidad de las fuerzas populares, encuentra en la cárcel un aliciente a sus futuras necesidades; el movimiento estudiantil encuentra sus primeros retozos, por lo menos a lo que el M-19 se refiere. Allí y en este momento, es donde se racionaliza aquello de que los errores deben transformarse en experiencia, y eso está claro en la perspectiva del trabajo del colectivo de la cárcel. Seguramente no sabemos cómo son los mecanismos organizativos para que no nos pisemos las mangueras.

Eso no es lo importante. Lo central es la amplia acogida que, a nivel popular, ha tenido el M-19. La simpatía hay que transformarla no sólo en organización popular, no sólo en organización gremial, sino, ante todo, en organización política, en el Estado Mayor necesario para dirigir todas las luchas del pueblo. Ahora nos encontramos en un contrapunteo cotidiano, casi que diario, con el Gobierno Colombiano, frente a una proyectada ley de amnistía. Decía hace poco un escritor Colombiano que la amnistía es una estrategia militar. Y es cierto, ahora que el país se encuentra discutiendo los pros y los contras de una ley que olvide los llamados delitos políticos, es básico tener en cuenta batallas pasadas ya que ella nos ilustra sobre la actual estrategia del Gobierno frente a una ley que quiere transformarse en objetivo a largo plazo, de un Gobierno ya caracterizado por la opinión pública mundial y nacional, como violador de los más elementales derechos humanos. Las más recientes leyes sobre amnistías e indultos se remontan primero a la finalización de los Gobiernos conservadores y el arribo de la dictadura del general Gustavo Rojas Pinilla. El Partido Liberal utilizó la existencia del movimiento guerrillero de los Llanos para negociar y, posteriormente, pactar con Rojas la mencionada ley.

Para esa época el movimiento guerrillero se había convertido en una amenaza potencial para las clases dirigentes. Ya era hora de comenzar a atajarlo todo, posteriormente podía ser, ya no un enfrentamiento entre el pueblo liberal y el pueblo conservador, sino el enfrentamiento entre pobres y ricos, entre poseedores y desposeídos. Pero el peso del liberalismo era grande y su influencia ideológica profunda; las guerrillas, incluso, para facilidad del ambiente de la discusión, suspendieron las actividades militares contra las FF.AA. Las banderas de su época —1954— no eran diferentes a las actuales: libertades públicas, levantamiento del Estado de Sitio, amnistía, retorno al país de los exiliados políticos y reincorporación de los alzados en armas a la vida política. Así, el Partido Liberal y el Partido Conservador, llegaron a un acuerdo con Rojas para terminar la llamada violencia. La amnistía y el indulto decretado por Rojas no buscaba sólo una paz política entre los partidos, buscaba también —y eso es fundamental— intensificar la producción, permitiendo que los antiguos propietarios regresaran y devolverle la “libertad”, entre comillas, de producción a los grandes capitalistas. De tal forma se completaba un ciclo que adquiere tremenda actualidad con la diferencia que los protagonistas, ni los interlocutores son los mismos.

Lo que Lleras Camargo trató en circunstancias diferentes, no fue realmente una amnistía. El Decreto de 1958 era una acción tendiente a la suspensión de la acción penal, siempre y cuando la gente se reincorporara a la vida civil, al sometimiento a la Constitución y a la observancia de la buena conducta. Estos decretos estuvieron acompañados de una campaña de rehabilitación que, a la larga, se transformó en el desarrollo y reubicación del gamonalismo liberal y conservador. La amnistía de Rojas fue total. La de Lleras fue muy parecida a la reciente del señor Turbay y no por casualidad su consultor de cabecera. Con la amnistía de Rojas regresó al libre juego de los partidos tradicionales, con abierta discriminación de las otras fuerzas políticas, especialmente el PC. Con el decreto de Lleras lo que se hizo fue suspender los procesos penales, condicionada la entrega de los guerrilleros y hacer un jugoso negocio de rehabilitación para los futuros enfrentamientos civilizados entre los partidos. Rojas se enfrentó a las fuerzas guerrilleras ya posteriormente engañadas del liberalismo, fundamentalmente en los Llanos Orientales. Lleras se enfrentó a las fuerzas guerrilleras andinas, cuando guerrilleros comunistas y bandoleros fueron objeto de los decretos.

En el fondo de todas estas negociaciones, ya que todas fueron objeto, en una o en otra forma, de negociaciones, vemos a las clases dominantes llevando la batuta de las iniciativas y dirigidas, fundamentalmente, al fortalecimiento del Estado opresor y de las condiciones de mejores formas de explotación que la violencia ya no les permitía adelantar. Ahora lascosas son completamente diferentes, aunque los interlocutores sean los mismos: clases dominantes y pueblo. El país se ha transformado y las fuerzas en conflicto han sufrido cambios sustanciales. Gran poder adquirido por los monopolios con la secuela de concentración y centralización del capital a los límites inimaginables, a la militarización del país, consecuencia lógica para combatir y reprimir el descontento popular; la casi inexistencia de los poderes ejecutivo y legislativo como antes independiente; la cada vez marcada tendencia de los partidos políticos tradicionales, a perder perspectiva de convocatoria popular, la existencia de un movimiento guerrillero y la conformación, por lo menos ante los hechos, de una opinión, cada vez más amplia, frente a los grandes problemas por los que atraviesa el país, demuestran que las condiciones para plantear un proyecto, para convocar una nueva alternativa y para concretar una verdadera política de poder, están dadas en el país. El problema reside en las fuerzas que participarán, en las políticas que se implementarían, en los métodos que se utilizarían y, en fin, el estilo que es necesario imprimirle a un proyecto de esta altura.

Es el estilo de esta situación, donde la toma de la Embajada por parte de la Organización produce cambios sustanciales en la vida política del país y concretamente en lo que atañe, como parte de la implementación de este proyecto, a la discusión sobre amnistía. Cuando realizamos el reportaje con Germán Castro, hablamos por primera vez de la posibilidad de un entendimiento con el Gobierno sobre determinadas condiciones para resolver el problema de la Embajada. En ese reportaje decíamos que el M-19 es una Organización que está dispuesta a discutir en un plano de respeto, en un plano de diálogo, no el problema de la Embajada, sino el problema del país. Y había posibilidad de evitar una nueva etapa sangrienta y, concretamente, una guerra como lo afirmaba Turbay en reportaje al Washington Post. El Gobierno, por su parte, en tono arrogante mantuvo su posición inicial no sólo frente a las propuestas del M-19, sino mundialmente frente a los informes presentados por Amnistía Internacional, frente a las presiones de destacadas personalidades de los mismos partidos oficialistas, de que en Colombia no existían presos políticos, de que en Colombia no se torturaba, de que en Colombia no existían organizaciones revolucionarias, sino bandas de forajidos y de que, en fin, el Gobierno Colombiano era el más claro ejemplo de respeto por los derechos humanos y por las libertades públicas.

La iniciativa del señor Turbay y de las clases dominantes, de enviar al Parlamento un proyecto de decreto sobre amnistía, pese a todas las limitaciones que les podamos imputar, es un reconocimiento —ya que la amnistía sólo se le ofrece a los delitos políticos— de la existencia de presos políticos y de organizaciones revolucionarias. Por eso es que nosotros reivindicamos como un triunfo el mismo decreto que envió el Gobierno al Parlamento, pero no nos quedamos ahí, sino que señalamos al país las insuficiencias y el claro objetivo oportunista de la Presidencia que, demagógicamente, quiere engañar a la opinión pública. Yo creo que el proyecto del señor Turbay, por todos conocido, es limitado, humillante y condicionado a la práctica rendición de las guerrillas, haciéndolo de esta forma y de entrada, totalmente inoperante, injusto y falto de realismo político. Por otra parte, el proyecto de amnistía presentando por el
Gobierno, no tiene en cuenta la actual situación que vive el país, sobre todo lo que tiene que ver con los cientos de presos políticos, cuestión central de la discusión actual. Por otra parte, es lo que ha inspirado a los gobernantes que creen que con amnistiar a unos cuantos guerrilleros se arregla el problema y no colocan el proyecto frente a la tremenda realidad del país. Ya nosotros consideramos que el proyecto inicial presentado por el Gobierno está llamado al fracaso y, por tanto, exige por parte de las fuerzas interesadas en una verdadera amnistía, no sólo presentar propuestas y contrapropuestas que, sin desconocer su importancia, no van al fondo de las condiciones en que se debe disputar una medida de tal tipo que, necesariamente, si no interpreta el momento político que vive el país, se puede caer fácilmente en la demagogia, en el exceso de optimismo o en la ya clásica consigna de “peor mejor”. Mucho se ha hablado de las condiciones en que se debate este problema.

Nosotros creemos que es hora de racionalizar todo el complejo panorama de este enfrentamiento para lo cual creemos que es necesario trazar pautas concretas. Nosotros estamos dispuestos a negociar con el Gobierno y con sectores del Parlamento, un proyecto de ley sobre amnistía. En la práctica se está realizando y en diferentes reuniones se han planteado los diferentes tópicos de esta cuestión. El M-19 considera una ley de amnistía como un triunfo del movimiento popular y democrático, como el paso inicial hacia la legalización de nuestra política, lo que significaría un reto ante nuestro pueblo y ante nuestra perspectiva. El M-19 respalda una ley de amnistía siempre y cuando ella sea general, incondicional y sin humillaciones.

Entraña el olvido de las imputaciones penales por delitos políticos y conexos, la suspensión de los procesos y la negación completa de las penas impuestas. Amnistía condicionada es rendición, amnistía general es olvido total. No hay ley de amnistía que no trate como un problema nacional, íntimamente ligado a las miserias, a las desigualdades, a la falta de democracia; no será sino pasajera si no tiene en cuenta las condiciones en que se produce la rebelión. El M-19, en caso de que el Congreso de la República apruebe una ley que está de acuerdo con los lineamientos generales antes expresados, respaldará y se acogerá a la amnistía, pero en forma limitada, teniendo en cuenta que no se dan las condiciones políticas completas para un regreso a la normalidad, mientras en el país se mantenga el Estado de Sitio, el Estatuto de Seguridad y otro tipo de medidas represivas. Para nosotros debe quedar muy claro que en estos momentos, cuando el país se debate entre la posibilidad y la realidad de una ley de amnistía, nosotros no podemos marchar a la cola de los acontecimientos. La línea trazada por nuestra Organización es la de caminar con las dos piernas; la línea de nuestra Organización es la de estar preparados para cualquier contingencia; la línea de la Organización es estar listos para cambiar nuestra táctica, para cambiar nuestros proyectos de trabajo, legal o ilegal de inmediato. Si se produce la aprobación de una ley de amnistía, unido al levantamiento del Estado de Sitio y, por lo tanto, levantamiento del Estatuto de Seguridad y otras medidas represivas, el M-19 está dispuesto a legalizar sus funciones y a levantar nuevas banderas populares en las plazas públicas, en las veredas campesinas, en las fábricas y, utilizando cualquier forma de actividad, que logre concienciar, organizar y levantar el ánimo de las masas populares. Pero también el M-19, en caso de que suceda lo contrario, debe estar preparado política y militarmente, para enfrentar la política nefasta que quiere desarrollar el proyecto del señor Turbay. (...) el sentido de nuestra Organización para que seamos consecuentes y podamos decir muy pronto que lo que decimos, realmente lo hacemos. Ya pasaron las épocas, las bellas épocas en que nos podíamos dar el lujo de planear acciones, de planear consignas y cumplirlas en un bajo nivel.

Ahora las condiciones políticas exigen seriedad, responsabilidad, disciplina y un gran espíritu de combate. Seguramente el país no se siente maduro para entrar a un proceso de democratización; seguramente las condiciones políticas no están de acuerdo para que nosotros podamos enfrentar, en condiciones diferentes, la lucha política. Para nosotros, como revolucionarios, es un deber, es un deber muy grande estar preparados para librar la definitiva lucha por la liberación de nuestro país. El fortalecimiento, ampliación, consolidación de una fuerza militar, no es sólo una constante de la actividad de nuestro país, no es sólo una necesidad del momento político, sino una condición fundamental para futuras luchas que va a librar el pueblo Colombiano. Nosotros no nos llamamos a engaños, nosotros no nos hacemos ilusiones. Si se nos permite la participación amplia y legal de la actividad política, la utilizaremos con la misma pasión con que hemos asumido la lucha armada. Si se nos facilitan las condiciones para mantener un trabajo político, a gran escala en todo el país, seremos consecuentes con la misma combatividad y haremos honor a lo que hemos jurado: servir a nuestra patria, servir a nuestro pueblo. A nosotros no nos asustan las alternativas diferentes. Nosotros, por lo tanto, tenemos el deber, tenemos la obligación de caminar con las dos piernas y de estar preparados a cualquier cambio de la situación política.

No quiero terminar esta pequeña charla sin mandar un saludo a todos los compañeros, no sólo los que se encuentran en La Picota sino a los familiares de los presos políticos, que han cumplido una amplia y heroica actividad, con el respaldo de sus maridos, de sus hermanos, de sus compañeros, de sus camaradas de lucha. El Comité de Defensa de los Derechos Humanos —es necesario recalcarlo— ha cumplido una labor intensa y digna de aplausos por parte de nuestra Organización. Por fin, saludar a los compañeros detenidos, a los amigos entrañables, a los compañeros que en otra época nos veíamos, que soñábamos, que reíamos, que celebrábamos, nuestro más profundo saludo, nuestro más fuerte abrazo. Compañeras y compañeros que han sabido estar a la altura de las circunstancias, que han sabido estar a la altura del momento político, les tenemos reservado el puesto de honor que la revolución necesita, les tenemos reservados los mejores frentes de trabajo y les tenemos reservado el primer lugar en la lucha por la revolución en nuestra patria.

Viva el M-19, Vivan los presos políticos