Entrevista con el Comandante Jesús Santrich (Parte 4)

ENTREVISTA CON EL COMANDANTE JESÚS SANTRICH

La Cadena Radial Bolivariana conversó con el Integrante del Estado Mayor Central de las FARC-EP acerca del contexto político nacional e internacional a pocos días de inicarse la segunda fase de las negociaciones en La Habana, y de las similitudes y diferencias de este proceso con otros que se dieron en el pasado.

CRB: Estos diálogos se desarrollarían en momentos de una gran agitación política mundial y nacional y en momentos en los que el sistema capitalista acusa una de sus peores crisis económicas, energéticas, ambientales, alimentarias entre otras. ¿Cómo repercute dicha situación en este nuevo emprendimiento de paz?

Jesús Santrich: Bien, no voy a detenerme a detallar aspectos que muestran la existencia de la agitación mundial que ha suscitado la crisis capitalista mundial; esos son hechos notorios. Comenzaría, más bien, resaltando que mientras el capitalismo corporativo entra en una crisis que se profundiza a nivel global, en nuestro país la oligarquía colombiana pretende hacer creer que está erigiendo un reino de leche y miel que ahora Juan Manuel Santos bautizó con el nombre de “Prosperidad para todos”, siguiendo las nefastas políticas neoliberales de gobiernos anteriores, que son las que han sumido al pueblo colombiano en una ruina tal que 30 millones de colombianos viven en condiciones de pobreza y de guerra civil ocasionada por las injusticias, el aniquilamiento de la verdadera democracia, la exclusión política-social y el terrorismo de Estado con el que aplastan la inconformidad de las mayorías.

En Colombia la oligarquía tiene el descaro de decir que no ha llegado la crisis, sencillamente porque lo que miran no es la enorme desigualdad que han generado con sus políticas mezquinas de enriquecimiento y de entrega a las trasnacionales, sino el ascenso de sus ganancias, especialmente el escandaloso engorde del capital financiero, un capital parásito y cruzado hasta los tuétanos por los enormes volúmenes de dinero provenientes del narcotráfico y el lavado de activos.

En nuestro país como en otros lugares de América Latina, incluso en el centro imperial del norte, el neoliberalismo ha fortalecido los procesos conocidos como de lumpen-acumulación, que se traducen en la privatización del Estado, convirtiéndolo en instrumento de poder económico y político al servicio de grupos sociales corruptos, descompuestos, cada vez más desligados de la función económica productiva, muy apegados al robo del tesoro público y al saqueo de las riquezas nacionales, las cuales son entregadas impúdicamente a las trasnacionales también lumpenizadas.

El pueblo colombiano, sufre en consecuencia la sobreexplotación derivada de las relaciones económicas de dependencia que existen respecto a los centros del decadente capitalismo mundial y especialmente del norteamericano, cuya crisis lo empuja a desbordar métodos de sobreexplotación de los recursos en el menor tiempo posible y sin importar la destrucción ambiental y el sometimiento neocolonial que impone. Padecemos, en fin, las consecuencias de la colonización o la recolonización o neo colonización o como le quiera llamar a esta depredación sostenida, agresiva y de larga duración que sin duda está generando los alzamientos y las rebeliones de nuestros pueblos.

Hace poco en una declaración conjunta con nuestros camaradas del Ejército de Liberación Nacional, ELN, decíamos que esta crisis capitalista a la que se asiste, tenía entre otras, la característica de desafueros en lo que respecta a su carrera de invasión, saqueo y sobre explotación de los recursos de la naturaleza, generando precarización de las condiciones de trabajo, que condenan al hambre y la muerte a millones de seres humanos en un planeta conducido por la voracidad del imperialismo, hacia el caos y la destrucción. Y eso no es exagerado; precisdamente es lo que está causando la gran agitación política a la que aludías de entrada. Tomaría prestada una frase de un importante economista argentino para decir que se podría asistir en cualquier momento a la irrupción de una especie de insurgencia global, muy necesaria además.

Pues bien, en nuestro país, ligado a este fenómeno estructural está establecida una sobre-explotación infame sobre las mayorías; no solamente se trata de que existen 30 millones de pobres sino que de ellos más de 12 millones viven en estado de indigencia. Para mantener esta circunstancia de desigualdades, de miseria para las mayorías y privilegios para las minorías, los gobernantes han impuesto un régimen de terror. Se favorece al capital trasnacional por parte del bloque de poder dominante. La oligarquía, aplica la violencia física, pero también el miedo y el engaño.

En esto utilizan a fondo contra los sectores populares los medios de comunicación convertidos en mercenarios de la contrainsurgencia mediática. Se trata de medios sometidos al monopolio de empresas capitalistas generalmente trasnacionales o con vínculo trasnacional, que tiene bajo su dominio la propiedad y el control de la prensa hablada y escrita, controlan emisoras, televisoras, prensa, revistas, semanarios y todo tipo de instrumentos de comunicación masiva.

Mientras las mayorías se sumergen en la miseria los detentadores del poder, agencian la extracción desaforada, el robo de nuestros recursos naturales y la especulación financiera. Se impone el despojo por desposesión mediante el terror, pero también mediante procedimientos como el que ahora impulsa Juan Manuel Santos; es decir, aparentar la legalización de títulos de tierra para campesinos, bajo el sofisma de un restitución de tierras que servirá para más adelante, arrebatarlas por vía legal para entregarlas a las trasnacionales mineras y de agro-negocios o generadoras de biocombustibles.

Estos son los problemas que deberá abordar una mesa de diálogos. Resolverlos con sinceridad, abriéndole la participación al pueblo, si es que ciertamente se desea alcanzar la “paz estable y duradera”.

CRB: El presidente Santos ha resaltado casi que con orgullo, que este acuerdo de diálogos es diferentes porque no tiene despejes, porque se adelantará sin que cesen las operaciones militares y porque se desarrolla fuera del territorio nacional. ¿Qué opinión le merece esto?

Jesús Santrich: Cada proceso puede tener diferencias y similitudes de época a época. Por ejemplo una constante muy importante en todos los procesos realizados es que las FARC han acudido con real disposición de encontrar caminos políticos que permitan cesar la confrontación militar a partir de encontrarle solución a las causas de orden social que la generaron.

La bandera de la paz la hemos empuñado desde nuestro origen como organización político-militar, como movimiento revolucionario que busca el establecimiento de la justicia social. En La Uribe, en Caracas, en Tlaxcala, en el Caguán hemos mantenido acuerdo de ideas, opiniones, propuestas como organización cohesionada, sobre los asuntos cruciales que causaron y mantienen el conflicto; así que por ese lado al régimen le queda sencillo interpretar nuestra visión política.

Otra cosa es que cada gobernante de turno se resista a hacerlo y quizás por pura jactancia y fanfarria se argumente excepcionalidad, acudiendo a características procedimentales que también han sido propias de los otros procesos y que más bien debieran no estar presentes dado que en otros momentos han sido obstáculo para el avance de las conversaciones...me refiero, por ejemplo , a eso de que no hay despejes, o que no cesarán las operaciones militares del Estado y el hecho de desarrollar las conversaciones fuera del territorio nacional.

Esto refleja más bien banalidad y mezquindad de la contraparte que a nosotros no nos amilana. Si te fijas bien, Santos da un poco la impresión de desconocer la historia porque diálogos en el exterior los ha habido. Recordemos el proceso que se adelantó en Caracas, que luego prosiguió en Tlaxcala. Hasta donde se sabe esos sitios no están ubicados en el altiplano Cundí-boyacense o en Chapinero.

Por otro lado, demonizar las zonas de despeje que se han establecido para hacer más propicios los encuentros de paz o cualquier otro evento que busque amainar los sufrimientos de la guerra es un absurdo. En cada momento en el que se ha hecho entregas unilaterales de prisioneros el gobierno ha debido acudir a esa figura del despeje. Eso no es cosa del otro mundo. El mismo Santos ha debido despejar ciertas zonas así sea por término muy delimitado para hacer las extracciones de los combatientes que representan a las FARC en este periodo de diálogos. Santos es quien menos lío se debiera hacer de ese asunto que es meramente procedimental porque donde quiera que se establezca una sede para los diálogos, en el criterio y práctica de las FARC-EP, estos siempre deben darse de cara al país, nunca a sus espaldas. Recordemos que el mismo Santos en el año 1997, en una carta que envió al gobierno de Samper, propuso la creación de una “zona de distención”, que en realidad era una zona despejada de presencia militar estatal. Él le decía a Samper que “Una vez integrado el gobierno, el señor presidente, en su condición de director de fuerza pública y Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas de la República, procediera a ordenar el despeje de una área previamente acordada del territorio nacional en conflicto, o lo que es igual, a efectuar el retiro de la fuerza pública del espacio geográfico predeterminado.

Esta área se convertiría en zona de distensión y diálogo a fin de facilitar, con plenas garantías y total seguridad, el encuentro de representantes del Gobierno, del Congreso, de la sociedad civil y de la Comisión de Conciliación Nacional con los insurgentes”. esto es textual, es decir que Santos entiende que estos mecanismos se plantean es para dar garantías y seguridad, no son para otorgar ventajas a nadie.

No recuerdo si fue en esa misma carta o en otra, Santos plateó públicamente a Samper que para que una discusión con la guerrilla se pudiera llevar a cabo, el gobierno debía ordenar “el despeje de una zona del país previamente acordada”. Igual ocurre con el cese de fuegos y hostilidades; me parece que no es necesario que se hagan pender tantas amenazas sobre la insurgencia. y me refiero a las bravuconadas del ministro de defensa cada día diciendo que las operaciones sobre las FARC no cesarán.

Eso para qué les sirve, si la operatividad militar y paramilitar nunca ha cesado, ni aún durante la tregua que se pactó con el presidente Belisario Betancourt. A nosotros no se nos olvida que fue en tregua cuando comenzó el exterminio de la Unión Patriótica, y que lo más grave es que las hostilidades no se dan solamente contra la insurgencia sino contra la población en general, como lo muestran los “falsos positivos”, es decir, los crímenes que agenció Juan Manuel Santos como Ministro de Defensa de Uribe Vélez.

Con el concurso de Camilo Ospina el ministerio a cargo de Santos utilizó la denominada Directiva 29 que establecía recompensas a militares y civiles por la información o entrega de miembros de “grupos armados ilegales o material de intendencia”. Esto se tradujo en asesinatos, en crímenes abominables por los que hay un millar de investigaciones, pero ningún cargo de responsabilidad para los altos funcionarios de Estado que fueron sus artífices. En consecuencia miles de desapariciones forzosas y asesinatos están aún sin solución y lo que alegremente ha dicho el actual presidente Santos es que los falsos positivos son cosa del pasado.

Entonces algunos jueces inicuos de la gran prensa o desde la corrompida trinchera de la institucionalidad pretenden que la mesa de la Habana sea más bien un banquillo de acusado en el que pretenden sentar a las FARC sin mirar más bien en que es el Estado y sus agentes los que deben responder por crímenes como estos, o el genocidio de la Unión Patriótica.

Entonces está claro que las acciones ofensivas las mantendrán hasta en la utilización del lenguaje, en el verbo incendiario que usan para referirse a nosotros, aunque hipócritamente digan que ese es un lenguaje sólo para las graderías. Así es la confrontación con un enemigo taimado como el que enfrentamos. En fin, nosotros tenemos como contra para esas maleficencias una voluntad a toda prueba por sacar adelante un proceso en el que aspiramos a llevar adelante las aspiraciones más sentidas del pueblo colombiano. Independientemente de que el gobierno lo quiera o no, el pueblo deberá hacer de Colombia entera un escenario de diálogos por la paz.

Aquí nadie puede pretender guardarse esa llave como si se tratase de un carcelero que va privar a las mayorías al menos de una posibilidad de resolución de esta confrontación impuesta por el régimen para sostener los privilegios de los Ardila Lule, los Julio Mario Santodomingo, el Sindicato Antioqueño, tantos otros “cacaos” o lo que es peor, de los Eike barista o las trasnacionales agroindustriales y minero energéticas como hasta ahora lo han hecho.

Independientemente que se instale en el exterior la mesa, los diálogos son de cara al país y es la sociedad la que instala y desarrolla efectivamente esos diálogos debatiendo sobre sus problemas.