Testimonio de un combatiente. Entrevista a Sergio Buschmann

TESTIMONIO DE UN COMBATIENTE

Entrevista con un dirigente del Frente Patriótico Manuel Rodríguez

Sergio Buschmann, actor, integrante y dirigente del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, que lucha con las armas contra el régimen de Pinochet en Chile, es uno de los hombres más buscados en nuestro país. En agosto de 1987 protagonizó con otros tres miembros de la misma organización, una fuga espectacular de la cárcel de Valparaíso.

En enero de 1988, salió clandestinamente de Chile. A su paso por Madrid concedió esta entrevista.

-¿En qué circunstancias se produjo su salida de Chile?

-En primer lugar, quisiera decir que la considero un golpe más a la dictadura, y en especial a los servicios de inteligencia de los asesinos y traidores de mi pueblo. Mi salida del país, momentánea, se produce como todas las tareas que enfrentan los combatientes del Frente Patriótico Manuel Rodríguez y por la democracia, en general. ¿Qué quiero decir con esto? Un hombre solo no puede realizar estas cosas y, en muchos casos, tampoco las puede realizar sólo con su organización, necesita el cariño, el respeto y el apoyo de mucha gente que va más allá de la organización de uno. Así fue posible esta salida del país. Desde políticos de otros partidos, pasando por creyentes y no creyentes que, de una manera u otra, colaboran hoy día con el Frente Patriótico Manuel Rodríguez.

¿Detalles de ella? Bueno... podríamos decir: hubo un trabajo de tipo enmascaramiento. Las fotos mías, los agentes de la CNI las andaban repartiendo prácticamente casa por casa. En cada allanamiento que hubo en este último tiempo, lo primero que mostraron fue la foto mía. Ofrecían cinco millones de pesos a la persona que entregara un rastro que llevara hasta mí. Trataban de llegar a la organización, ofreciendo las cosas más bajas. Por ejemplo, y esto caracteriza la barbarie de esta dictadura asesina: que entregaran a cualquiera de los cuatro. O sea, a los tres compañeros que salieron conmigo. No exclusivamente a mí. Que entregaran, pues, a cualquiera de los cuatro y entonces ellos, la CNI contarían la verdad de cómo mataron al querido compañero Rigoberto Peña, en Valparaíso, en venganza por nuestra fuga. O sea, a raíz de su incapacidad militar de detectar la fuga, matan a un compañero y luego ofrecen contar cómo fue ese hecho, a cambio de que se entregara a alguno de nosotros cuatro.

Imagínese, entonces, cómo era esta búsqueda; por ende, lo difícil que era encontrar la salida apropiada para abandonar el país. Se logró, vuelvo a repetir, gracias a un trabajo de apoyo más allá de nuestro Frente propiamente tal, a un trabajo de enmascaramiento, a un grado de serenidad que indudablemente debe tener un combatiente experimentado. No es ninguna gracia personal.

Tuvimos que pasar tres o cuatro controles de la dictadura, incluso, en uno de ellos, con un chequeo que hace la CNI. Esa es la forma general, fuera de los detalles que usted me pueda preguntar, en que se llevó, se enfocó y se logró la salida del país.

-Desde el momento de la fuga de la cárcel de Valparaíso hasta la salida de Chile ¿Usted estuvo todo el tiempo dentro del país?

-Sí, absolutamente. Y no solamente dentro del país, sino que diría que la inmovilidad combatiente no fue más allá de veintitantos días, en que no pude moverme de un lugar. Pero los cuatro meses restantes, prácticamente, los trabajé con mi Frente en todos los planos. Apoyé acciones, recorrí provincias e incluso, poco antes de salir, estuve en un recinto universitario, para dirigirme a los estudiantes. Y otras cosas más, que por razones de seguridad y que se podrían detectar en el interior, no puedo señalar. Comenzamos a trabajar perfectamente alrededor del 15 de septiembre. Ya el 18 de septiembre teníamos algunas cosas prácticas en movimiento caminando.

-La entrevista publicada en "El Siglo", periódico clandestino del PC, ¿corresponde por su fecha -segunda quincena de diciembre, la noticia tuvo un eco en "El Mercurio" del 20 de diciembre- a un período en que Ud. todavía se hallaba en Chile?

-Exactamente. Yo salgo del país días después.

-Cuando usted habla de enmascaramiento, quiere decir que no salió del país con esta misma cara de Sergio Buschmann que conocemos y que estamos viendo ahora...

-No, no. Traté de emplear al máximo lo que he aprendido con mis compañeros y también lo que he manejado en mi profesión durante veinticinco años como actor profesional.

-¿Qué otro aspecto nos podría informar sobre esta salida de Chile y sobre el viaje posterior a Europa?

-Habría que señalar en ello que la policía internacional pareciera ser que muy poco respeto le tiene o muy poca concentración de oído hacia los esbirros, hacia la CNI; porque realmente, en los países que toqué antes de llegar a España, que fueron varios, jamás sentí un tipo de control especial por el hecho de ser chileno. Posteriormente, a mi llegada aquí a Madrid, el respeto con que he sido recibido, no a mi persona sino a las cosas que he hecho, que no corresponden a mí sino que a mi vida política, a la actividad político-militar, que... bueno, es de la envergadura que yo me imaginaba que podía ser. Aunque a veces decíamos: "No, no vaya a ser que aquí, al fragor de la lucha estemos agrandando un posible respeto que se nos podría tener." No, la admiración que he recibido ha sido ilimitada.

-Y eso, ¿en los medios de chilenos exiliados o en los medios españoles o de gente de otros países?

-En todos los medios, en realidad. Es decir, con quien he tenido oportunidad de conversar... Además, un interés tan grande en la gente, por conversar con miembros del Frente, en este caso, conmigo. No hay horas para alcanzar a cumplir lo que la gente quiere en cariño, en hablar, no solamente en hacer preguntas sino en compartir las vivencias del Frente en el interior, todas las inquietudes... Es muy grande la recepción, mucho más allá de lo que esperaba. Si el día tuviera 48 horas para atender compañeros extranjeros y exiliados, creo que así y todo no daría abasto.

DESPERTAR DE UNA CONCIENCIA POLÍTICA

-Ahora quisiera hacerle algunas preguntas que se refieren a hechos ocurridos anteriormente. Usted ha sido durante largos años militante del Partido Comunista. ¿Cómo, en qué momento y en virtud de qué situaciones decidió incorporarse al FPMR?

-Hay que mirar y separar algunas etapas de atrás. Como actor, que fui, soy y seré, egreso de la Universidad Católica en 1964 y laboro ininterrumpidamente en mi profesión hasta el año 85. Hasta la ida al norte por el ingreso al país de las armas libertarias. En la Escuela de Teatro yo escucho hablar por primera vez del Partido Comunista. Yo provengo de la burguesía chilena. Y en segundo año de la Universidad Católica, el profesor que más admirábamos, al que más cariño y respeto le teníamos, era Orlando Rodríguez, y llegamos un día y había sido echado de la Universidad. Así, de un día para otro. Hablo del año 62. Esto causó un impacto. Nos preguntábamos ¿por qué? ¿Por qué exonerar a un hombre que cuenta con el respeto de todo el estudiantado de Arte Dramático de la Universidad Católica?

Nos responde un Director impecable, excelente actitud en todos los planos, que fue siempre Hugo Miller (me refiero a toda su época de director de la Escuela de Teatro). Nos dice que recibió una circular: tenía que despedirlo porque era militante comunista.

Esto provocó en todos una cosa muy rara, un no se qué, pero a mí personalmente me provocó una rebeldía. Yo nací en el año 1942 y estoy hablando de 1962. Tenía veinte años. Antes, la única incursión política que había hecho fue en la Juventud Peronista, en la Argentina, donde viví diecisiete años. Llegando a Chile, busqué, vislumbré y lo que más me atrajo hasta ese entonces fue la Democracia Cristiana. Y de una u otra manera, colaboré con ella en ese período del 59 al 62, del que estoy hablando. Lo de Orlando Rodríguez me causa un gran impacto, y entonces vamos a un gran debate en la Universidad. Producto de este debate y de la forma de enfrentar esto, se me elige a mí presidente del Centro de Alumnos, lo cual. me obligó a meterme más en el problema. Yo tenía muchas ganas de meterme en él, porque me causó una gran indignación. Y nos encontramos siempre la misma respuesta: que teníamos que comprender que era una universidad católica, con fondos del Vaticano, con fondos de aquí y de allá, y que no podían tener a un profesor comunista.

Este tema no hay para qué desarrollarlo más, pero lo concreto es que yo, después de esta experiencia solicito mi ingreso a las Juventudes Comunistas, y formamos la primera base comunista de la historia en la Universidad Católica, en el año 64. He preguntado después y me han dicho: efectivamente, no había habido antes una base de militantes comunistas en la Católica.

Desde allí empiezo mi formación política, enamorándome cada día, cada segundo más, de mis principios... Hago toda la carrera teatral, siempre buscando una definición dentro de lo que es el arte popular, lejano del panfleto, buscando la estética y la poesía como expresión artística, pero popular. En el plano concreto del teatro me enamoro de Brecht y de las técnicas teatrales de Stanislavski. Y viene mi desarrollo, pero siempre al lado de la vida política. Participo en el Teatro del Pueblo, en otros teatros populares, al mismo tiempo haciendo el teatro convencional, profesional de Santiago. Empiezo la vida sindical. Diez años... no, perdón, quince años dirigente sindical, desde la formación de SIDARTE. Siempre trabajando con mi Partido.

Bueno, y con las famosas discusiones de aquel tiempo, ¿no? sobre la democracia, el pensar que la burguesía chilena no era tan bárbara y asesina sino que iba a ser capaz de aceptar el veredicto popular. Y en esos marcos se movían la pasión y las inquietudes de mi vida.

Pero, bueno: el golpe nos marca a todos. Yo soy detenido el viernes siguiente. El golpe fue un día martes. Y vivo las jornadas del Estadio Chile, de donde logro salir creo que gracias a mi capacidad de actor. Porque me empezaba a hacer el desmayado a cada rato, y pedía unas píldoras... Armé tal escándalo que al final me dijeron: ¿por qué está Ud. aquí? Yo dije que había caído en un allanamiento general. Entonces, eran tantos los problemas que causaba con los desmayos aquí y allá, que me soltaron, a mí y a otros compañeros más, como seis días después. El día en que la gente era trasladada al Estadio Nacional a mí me sueltan.

Pero alcanzo a estar nada más que una semana libre. Me toman nuevamente y voy a dar al Tacna. Allí fue un interrogatorio verbal, duro, pero verbal. No tuve mayores problemas. Habían allanado las Torres de Remodelación San Borja, me habían encontrado allí y me habían llevado. Me dejaron en libertad ese mismo día en la noche.

Veinte días después vuelvo a caer y vivo una de las jornadas más espantosas. El Cerro Chena. De allí bajamos muy pocos vivos. Presencié el fusilamiento de los dirigentes de la Maestranza de San Bernardo, de Lucho González, de Víctor Cohen. Algunos morían en la tortura, arriba, y a los que no morían se les fusilaba a las 6 de la mañana con honores militares. Se les fusilaba con todas las reglas.

En una oportunidad, en que había carreras de motocross, nos bajaron a la Comisaría de la Avenida Colón en San Bernardo. Conozco bien el lugar porque yo era sanbernardino. Viví muchos años en San Bernardo. Y allí, en una cancha de baby-fútbol a la cual daban las rejas de nuestro calabozo, fusilan a varios que habían quedado vivos, entre ellos a Víctor Cohen. Los arrinconan en unos árboles grandes que están al lado de la cancha, y ahí, afirmados en los árboles los fusilan, gritándoles los años de militancia comunista que tenían: "Ah, tú tenis dieciocho años de militancia ¿no?", y el rafagazo. "¿Tú tenis veinticinco?", el rafagazo. Todos los milicos dopados y borrachos. Dejaban pasado el sector de los calabozos y la cancha, a pesar de que la cancha de baby-fútbol está al aire y llena de árboles. Quedaba pasado, pasado a alcohol y a un olor muy extraño.

-¿Eran militares de la Escuela de Infantería?

-Exacto. De la Escuela de Infantería, donde me tuvieron unas horas a mí, antes de subirme al Cerro. De la Escuela de Infantería de San Bernardo.

Posteriormente, a mí, con seis más, nos condenan a muerte. Eran las cinco de la mañana. Es una ceremonia muy macabra que hacen. Nunca nos dijeron por qué sí o por qué no, pero nunca nos fusilaron. Nos llevan de nuevo al Cerro, nos vuelven a torturar, pero en aquel entonces (lo que son las escalas de valores espantosas frente al fascismo) uno dice: "No era tanto, era solamente corriente." Se aplicaba con un motor chico, de autonomía, a bencina, no se a qué. Así, aplicando descargas, fundamentalmente en los pies. Y, bueno, nos sueltan posteriormente. No nos salvamos más de ocho o nueve.

Más tarde me enteré de cómo se había logrado mi libertad. Fue a raíz de un trámite, digamos, que hizo un familiar mío con la amante de un alto oficial del Ejército.

Bueno, me libero de aquella pesadilla. Me botan a la orilla del río Maipo. Logro estar algunos años tranquilo hasta 1976, en que vivo las famosas jornadas de aquel año, con el Comando Conjunto de la represión, y soy detenido y llevado a la base de Colina, donde vivo todo tipo de torturas, incluso ante la presencia de mi primera compañera, la madre de mis hijas. La hicieron presenciar mi tortura. La colocaban debajo del gancho de donde yo estaba colgando mientras me aplicaban más corriente y me picaneaban con un estoque especial.

Me sueltan días después, para seguirme. Ellos se convencen en un momento (yo escuchaba, entre consciente y no consciente, que decían: "No, éste es de los que no hablan, éste se nos muere y no habla"), en ese momento los torturados eran ellos, porque estaban desesperados; yo estaba absolutamente tranquilo y consideraba que el desesperarlos era un arma mía y que la muerte era un arma de combate mía también. Parece que hacen una reunión ahí, un médico me coloca bolsas de hielo en el corazón, y parece que decidieron que era mejor soltarme y hacerme un seguimiento a que me les muriera ahí, porque ellos estaban seguros que yo manejaba muchas cosas. Entonces se jugaban a la posibilidad de sacarme algo a través del seguimiento en vista de que no habían sacado algo en la tortura. Y después darme el bajo. Entonces me sueltan en el Mapocho. Yo llamo inmediatamente al Sindicato y esa misma noche me encuentro a salvo en un lugar bajo bandera diplomática, en el cual permanezco mucho tiempo. No me dan la salida del país. Se la otorgan a la madre de mis hijas. Yo salgo clandestinamente después.

Salgo cuando ya sentía la polémica dentro de mí, el comienzo de algunas preguntas. En ese período del 73 al 76, a comienzos del 75, se oyen las primeras conversaciones, se habla del "Frente Cero", que no había otra forma de responder, la necesidad de tomar las armas. No entendíamos entonces bien el análisis dentro de nosotros, pero ya lo sentíamos.

REFEXIÓN EN EL EXILIO

Cuando me negaron definitivamente la salida del país -había salido mi familia siete meses antes- salgo clandestinamente, de una forma no muy diferente a como salí ahora. Pero, claro, era otro el nivel de búsqueda. Logro salir de Chile y llego a Estocolmo, donde estaba mi gente. Ya ahí, la serenidad; después viene una angustia, pero al comienzo, la serenidad del exilio lo hace a uno colocar las cosas sobre la mesa. Empiezo a repasar los sucesos, a releer a Lenin, me meto de nuevo en algunos aspectos de la Revolución Francesa, o de cuando Engels le decía muy angustiado a Marx, intranquilo: "No encuentro que haya un desarrollo militar de defensa de lo que estamos haciendo, de los comuneros, con lo que se está haciendo en el plano social y en general." Y pienso en el pueblo latinoamericano, y nuevamente me leo el diario del Che; muchos escritos de Fidel. Y se me viene encima una catedral. Pero no de angustia, sino de fuerza, o de angustia creadora. Decir: yo sigo este camino.

He cumplido varias etapas. Empecé a entender que no se podía hacer nada sin tener con que defenderlo. En ningún plano. De lo contrario vamos a sufrir otras tragedias más. Hice una escala de valores en mi vida y entendí que no se podía hacer absolutamente nada, desde lo personal que es secundario, hasta lo social, que es lo más importante, sin tener al lado algo con qué defenderlo. Me quedó muy clara la crítica de los compañeros soviéticos en aquel primer congreso del PCUS después del golpe. No recuerdo las palabras exactas. El gran error, dentro de lo hermoso que había sido nuestro proceso, era que no supo defenderse. Eran otras las palabras, pero ése era el contenido.

Y de ahí empiezo a conversar con los muchachos, a conversar con el resto de los compañeros. Y viene el precioso hecho nicaragüense. Entonces yo ahí planteo que ese es mi lugar en ese momento, es lo que estoy buscando, lo que siento. Pasa el compañero Corvalán por Estocolmo y lee el documento de la política de rebelión popular. Entonces se van dando las angustias que, personalmente, van tomando su camino. Y lucho por mi traslado, lo más rápido posible, a Nicaragua. Cosa que sucede. Me voy a Nicaragua en diciembre del año 79. Estoy desde el 80 al 83. Allí puedo comprobar... veo en la practica, cómo ese pueblo defiende lo que él creó, cómo defiende eso que conquistó. Cada día y noche, parte de su vida, parte de su respirar era defender aquello que habían ganado, después de haberles costado la guerra la vida de cincuenta mil jóvenes.

Y así, naturalmente, este proyecto de mi vida se fue agrandando más. Tuve la suerte de llegar a ser un miliciano sandinista destacado, en los tres batallones a que pertenecí, que eran de los artistas nicaragüenses. Junto a ellos, siempre haciendo lo mío al mismo tiempo, ya que fui el primer profesor de la primera Escuela de Teatro del Ministerio de Cultura en Nicaragua, que contribuimos a formar. Es decir, todo este proyecto en mi vida se iba agrandando, era ya como imposible separarme de él.

Logro viajar a Chile. Salgo en la última de las listas públicas grandes, en diciembre del año 83. Y llego a Chile y, bueno, me encuentro con todo eso de que estábamos hablando, que yo lo había dejado apenas en unas conversaciones, y encuentro ya un proyecto hecho carne en los compañeros. Y se parte entonces con la formación del Frente el 14 de diciembre de ese año. Yo no participé en la fundación propiamente tal, yo llegué el día 28, cuando ya era un cuerpo, era una realidad vigente y viva.

Viene, pues, el encuentro con este proyecto grande, ya en mi tierra, formado. Y empiezo inmediatamente a trabajar con él, en diferentes facetas. Primero que nada, el primer año, lo trabajé en la cosa sindical, en la Coordinadora Nacional Sindical. En el año 84 me hago cargo de las unidades de combate de una de las comunas que más actuaba en Santiago en ese momento, que lleva el nombre de nuestro querido compañero de Chilectra, Jaime Donato, en homenaje a él.

Y seguí haciendo mi profesión, como lo hice en todo este período en el exilio, y como lo hice en Nicaragua y llegando a Chile. Siempre trabajando con el Frente, como resultado ya de un análisis de mi vida. Y llegamos al 85, donde se me plantea la tarea, yo creo la más noble, la más grande que he podido realizar en mi vida, que fue el ingreso de las armas libertarias, el famoso hecho de Carrizal.

Tengo que trasladarme hacia el norte y ese período es la primera vez que me alejo de mi profesión de actor y paso exclusivamente a ser un militar del pueblo. Operamos casi un año en el Norte, desde diciembre del 85 hasta agosto del 86, que es donde se produce el desenlace de la historia de los arsenales. Ya hablaremos de eso. Así fue, pues, mi llegada al Frente, haciendo el análisis de mis postulados, darme cuenta de que con esto era más plenamente comunista, dentro de la evolución que yo había tenido, o como se quiera llamar; de las vivencias físicas, personales, que había vivido, de ver como mi pueblo era masacrado, de ver lo bárbara que es la derecha chilena, porque creo que si no es la peor derecha del mundo, no se cual será comparable, ¿la sudafricana?... ¡No sé! Porque todas las derechas, las burguesías del mundo, en algún momento, buscaron algún punto de acuerdo para abolir una dictadura. La burguesía chilena no lo busca ni lo quiere. No se sensibiliza frente a los ríos de sangre de los pobres de mi país, ¡pero ni un segundo! No se conmueve por nada. Así pues, este análisis lo empecé a hacer desde el momento que lo he relatado aquí y llegué a esta verdad. Y este es mi camino.

En una entrevista a Análisis yo decía que el actor debe andar con un libreto en la mano y con un fusil automático en la otra. O con armamento casero si no da para fusil automático.

-Durante un largo período el Partido Comunista de Chile desarrolló su actividad por la vía pacífica, sin recurrir a las armas ¿No se le planteó a usted una contradicción entre su posición de militante comunista y esta decisión de tomar las armas?

-Jamás, jamás. ¡Todo lo contrario! ¡En absoluto! Pienso que el error mío, como comunista, fue el pensar en algún momento que esa era una contradicción. Ni siquiera eso, no creo que llegara a pensar que era una contradicción. Sino que no fui inteligente. No me di cuenta a través de la teoría, a través de la lectura, a través de Lenin que todo es tan absolutamente claro; no me di cuenta admirando tanto a "La Joven Guardia", admirando tanto a los grandes, que los leí y eran parte mía, admirando tanto al Che. En mi casa, sobre mi cama, siempre hubo tres fotos desde que tengo uso de razón: Lenin, Fidel y el Che. ¡Siempre! Lo entendía como un fenómeno mundial. Pero no lo había incorporado a mi formación.

Entonces, cuando me entra esta angustia vuelvo a repetir -hablo de mi caso personal- el camino no inteligente, porque me lo mostró la práctica nada más. Todas esas vivencias, la masacre del pueblo en las calles; ver realidades que muestran lo bárbaros que son los ejércitos burgueses, como esa de los dos niños de dos y tres años, raptados con sus padres en Montevideo, y que aparecen los niños solos en una plaza de Valparaíso y los padres no aparecen nunca más... Había que ver toda esa barbarie, para que se despertara este fuego en mí y revisara y me diera cuenta que no había ninguna contradicción, sino que era como un desarrollo natural, tomar las armas como libertarias, no las armas separadas del tema político, no las armas separadas de la respuesta frente a una barbaridad contra los pobres, sino que armas insertas en ese análisis. Eran la parte del comunista, la parte que me faltaba.

LOS "ARSENALES" DE CARRIZAL

-Cuénteme ahora de los famosos arsenales encontrados en el Norte de Chile. ¿Cómo los descubrió el régimen de Pinochet? ¿Es efectivo que fueron localizados con medios técnicos muy sofisticados de Estados Unidos? ¿O fue un trabajo de inteligencia del régimen?

-Fue una tarea, muy ligada con el tema anterior. Era la oportunidad que uno tenía de realizar algo bueno, ya con la madurez del pueblo en una etapa muy bella, gran parte de él para el combate. Teníamos muchas manos, las confiscaciones eran buenas, pero necesitábamos ayuda del mundo democrático, ¿no? Y se da el hecho de la llegada de las armas libertarias. Empezamos a trabajar, logramos un trabajo bien desarrollado y lindo en la zona. Por ejemplo, compañeros nuestros trasladaban los medios en las noches una vez que llegaban a la costa... En el día eran camiones de la Municipalidad. Estaban contratados, los habíamos contratado en la Municipalidad. Al mismo tiempo, en nuestra oficina de Huiros y transportes se movía gran parte del comercio del lugar. Producto de ello es que se salva nuestra jefatura. El que cayó de la jefatura fui yo. Precisamente yo caigo tratando de llegar a una casa donde no debían llegar los demás. Pero ellos se salvan. Voy a explicar por qué, porque esa casa tenía mucho movimiento.

Si el enemigo hubiera detectado esta operación por inteligencia, me imagino yo que lo menos que nos hace es un cerco. Si hubieran tenido un trabajo de inteligencia muy desarrollado les habría interesado tomarnos por sorpresa en el mismo momento en que realizábamos la acción. Porque, bueno, ahí estábamos con cordón también nosotros. Teníamos un cerco muy grande. Así que el combate iba a ser muy fuerte por ambos lados. Pero podrían haber actuado en otro momento, o al día siguiente, o de madrugada. Ellos tienen aviones tienen helicópteros, tienen tanques, tienen todo, ¿no? Y podrían habernos pillado con los compañeros que participaban los días propiamente tales de desembarco de medios. Sin embargo, ¿en qué momento llegan? Llegan cuando no quedaba nada en la zona donde llegaron.

Llegan por casualidad, un grupo muy pequeño que no podría haber llegado si hubiera sido un trabajo de inteligencia, y se produce un enfrentamiento, donde una vez más se muestra la cobardía de esta gente. Arrancaban por las rocas, como locos, y recuperamos a los presos que ellos tenían. Al mismo tiempo, se produce otro enfrentamiento de otra unidad de combate en la Quebrada de Carrizal, en que también salen arrancando los esbirros, como conejos en los cerros.

Cuatro horas después de haberse producido este hecho que estoy narrando, a las 9 y tanto de la noche, vemos por las luces que empiezan a aterrizar en el aeropuerto de Carrizal. Y rato después venían subiendo camiones blindados con armamento pesado y dos camiones llenos de militares. Entonces, yo supongo simplemente que si hubieran tenido un trabajo de inteligencia, habrían actuado de otra manera. En primer lugar no habrían actuado en el momento en que ya no queda nada ahí. Como no quedaba nada, como ese día íbamos a sacar el último resto, muy poco era, se había desmontado en la mañana todo el equipo, todo el cerco, el montaje para cubrir la acción. Se había evacuado todo el personal. Como digo, quedaban cuatro personas. Entonces aparecen, avisan y llegan cuando ya no queda nada. Las armas caen a 45 kilómetros del lugar; en el almacén, en tres almacenes grandes que había. Eso no es por un trabajo de inteligencia. No todos resisten la tortura.

A la casa nuestra de seguridad, que la teníamos -era una casa que tenia muchas piezas, adelante teníamos la oficina de Huiros y Transportes- llegaron al otro día. Ahora ¿por qué caigo yo, también era la pregunta, verdad? Nosotros nos vamos a la montaña, nos vamos para arriba con nuestros fusiles. Nos vamos replegando, y cuando estábamos descansando vemos la llegada de los aerotransportados. Subimos a la montaña y nos empezamos a retirar. Nos seguían en helicópteros. Caminábamos solamente de noche. De día nos cubríamos, entre piedras, porque no hay nada de matorral. Hacíamos unos techos de cactus. Así caminamos durante cinco días.

Era un viernes, y yo tenía que llegar un día miércoles, a las doce del día, a la casa, porque iban a ir dos compañeros de la jefatura: el número 1 y el número 2. Y yo calculaba que ya la casa podía estar tomada. Entonces tenía que hacer un llamado para que no se moviera de donde estaba la gente de otras provincias. Y me va pillando la fecha. Si me iba por la montaña arriba, no podía llegar. Si bajaba tenía que atravesar un poblado, que era Canto al Agua. No llevábamos armas cortas sino que llevábamos los fusiles M-16. Me iban a detectar inmediatamente porque es imposible ocultar un M-16 al atravesar un poblado. Entonces decido dejar escondido el fusil y jugármela como sea por llegar al teléfono. Los compañeros no querían dejarme ir solo. Les di una gran perorata política explicándoles que era responsabilidad mía, que ellos siguieran por ahí, que era mucho más seguro, pero el que tenía que afrontar esa responsabilidad era yo, porque me correspondía realmente. Eramos cinco, de los cuales se quedaron dos. A otros dos no los pude convencer de que no me acompañaran. Era muy descabellada la maniobra. Yo sabía que era así, pero no pensé que todo pudiera ser tan rápido.

Apenas bajamos al plano, habíamos caminado unos pocos metros, cuando aparece una patrulla apoyada por helicóptero con los famosos "cobras" que les llaman, y así se produce nuestra caída.

Voy a contar a modo de anécdota, no sé si el término será ese, que llegan los compañeros "1" y "2" a la hora determinada a la casa y notan una situación extraña; se van y no les pasa nada. ¿Por qué? ¿que había pasado? Que habían detenido como a cien personas en la casa. Eran comerciantes de la zona que iban a cada rato a consultar el precio del flete o a preguntar el precio que se estaba pagando por los huiros. A la oficina iban muchas personas diariamente. Entonces, a quién llegaba lo detenían. Llegó un momento en que se cansaron. Se dijeron: "No, ya éstos no van a aparecer por aquí, hemos detenido a quien apareció en esta oficina. Estamos dejando la escoba. Ya es público". El pueblo es chico, empiezan a detener a toda la gente adentro de la casa: se había armado el despiporre en Vallenar. Porque en una casa, va alguien y no vuelve y todo el mundo va y no vuelve y no vuelve. Y se empieza a llenar la casa de gente.

Bueno, uno nunca sabe cuál es el resultado que pueda tener una acción. Yo caí, y ellos no cayeron. En el fondo era lo más importante. Pero no alcancé a hacer la llamada telefónica. Así se produce la caída.

DIECIOCHO DIAS DE TORTURAS

-Después vienen las torturas, de las cuales usted ha hablado ¿verdad? ¿Cómo fue el desarrollo cronológico de los hechos?

-En el momento de la detención, nos amarran las manos a la espalda, con un hilo muy cortante, y nos trasladan en helicóptero a la pista de aterrizaje de Carrizal. Allí nos tienen en la noche, nos hacen pasar la noche, afuera, al frío, y fueron unos interrogatorios de golpes y preguntando por los demás compañeros y cómo habíamos llegado y demás.
Apenas llegamos a la pista de Carrizal, ya había una carpa, eso me lo imagino yo, por el ruido de la lona y demás. Había una carpa que había instalado la CNI. Yo estaba con la vista totalmente vendada. Nos vendan automáticamente en cuanto nos toman. Yo permanezco vendado veinticinco días. Nunca me sacan la venda, hasta la puerta misma de la Fiscalía Militar, abajo, cuando me sacan del vehículo, en la vereda, al abrir la puerta me sacan la venda. Todo esto que cuento ocurre mientras estoy vendado.

Nos llevan a la pista de aterrizaje de Carrizal. Nos interrogan, amenazándonos. Sólo algunos golpes. Parecido a la cosa anterior de cuando baja el helicóptero. Nos hacen dormir amera y al otro día en la mañana, me empieza a interrogar un oficial en alemán. Yo le digo que no hablo alemán. "Perfecto", me dice, y no me dice nada más. Nos suben al avión a mí y a los otros dos compañeros, y nos trasladan para La Serena. Allí nos estaban esperando lo más refinado, lo más sanguinario de la CNI.

Nos fajan, nos meten en un auto. A mí, apenas me bajan me dicen: "Te debieran haber matado allá, pero nos pasaron el bulto para que te matemos aquí."

Subimos al auto, y me separan inmediatamente de los compañeros a la entrada misma del cuartel. Empiezan, me colocan al medio del patio, empiezan entre varios a pegarme y hacerme morder por un perro. Posteriormente me meten en una primera sala de interrogatorios, producto de que no decía absolutamente nada. Me propinan una paliza de golpes en la cara entre cuatro. Me tenían amarrado en una silla, entonces giraban pegándome. Cada uno a la pasada, un golpe a la cara y volvían hacia el otro lado, alternando con golpes al mentón. Yo perdía el conocimiento, golpes en los pómulos, y el "teléfono".

Hasta que demoro mucho en recobrar el conocimiento y desperté amarrado en la parrilla. Y empezó la sesión de corriente, que también fue muy larga, hasta que vino la pérdida nuevamente de conocimiento. Entonces, me dejaban descansar y seguían. Y así, volvíamos al mismo círculo.

Querían información de compañeros, nombres de compañeros y que delatara el origen de la internación de medios. En ninguno de los tres planos, de las tres preguntas, absolutamente ninguna respuesta. De repente, entre la parrilla y la sala de golpes, me sacan y me cuelgan. Después, de repente, me descuelgan y me empiezan a lavar la cara. Yo no estaba muy consciente. Estaba semi, o sea, lo suficiente como para defenderme de las preguntas. Se produce una cosa natural, maravillosa, que no te responde el cuerpo, no te responden los reflejos, pero estás absolutamente lúcido para no decir nada importante. Y me lavan, me peinan, me ponen bello, me ponen una parca, una camisa, imagínate, después de estar colgado varias horas y me sientan frente a una cámara y me toman un video. A cada rato me sacaban y después me llevaban al video de nuevo porque no decía lo que ellos me pedían que dijera y, bueno, se tuvieron que comer el video. Nunca lo pudieron utilizar para nada.

Volvíamos a estar colgados, volvían a amarrarme una mano a la espalda y otra con un palo para arriba, a la intemperie, horas, noches, y no les daba resultado nada.

Hasta que, de repente, creen haber descubierto ellos la fórmula mágica, digamos, la forma diabólica que no les fallaba, me pasan un ratón por la mano, por el cuerpo. Yo les tengo rechazo a los ratones, pero nada especial. En todo caso era mucho mejor que estar colgado o estar en la parrilla, infinitamente mejor. Pero ellos creen que era para mí una cosa tremendamente espantosa. Entonces me amarran los pantalones por debajo, me los amarran en la cintura, me amarran la camisa, aquí y cierran arriba y me llenan el cuerpo con ratones. Digamos que esa fue la última herramienta que usaron.

Al último día, a todo esto yo creía que no íbamos a salir con vida. Nunca en una actitud de víctima, sino todo lo contrario. Sabía que era mi camino, que era muy linda la tarea que habíamos hecho. Y de repente, me entregan un paquete. ¡Ah, no! Perdón, antes del paquete entra uno gritando y dice: "¡Estas huevonas locas qué se imaginan! ¡Se han metido hasta el primer portón!" Y nos damos cuenta por los gritos entre ellos, que eran nuestros familiares. Habían llegado con un cura francés al local de la CNI, al local mismo y se habían metido como tres metros para adentro. Como los pillaron desprevenidos, los tipos entre que se escondían y se mostraban. En esos segundos en que unos resolvían mostrarse y otros, ponerse los capuchones, se les metieron como veinte metros para adentro del local propiamente tal, como veinticinco mujeres.

En ese momento, los detenidos éramos diecisiete allí, parece. Quiere decir que a lo menos, pensaba yo, ilusionarme, habrán reconocido que estamos presos... Bueno, el hecho es que, después de este incidente, me entregan un paquete de ropa. Lo miro: era ropa mía. Entonces me dije: "Bueno, de aquí salimos con vida, aquí se dio lo increíble, porque si nos reconocieron presos, a los dieciocho días, creo, no recuerdo bien, es que nos van a tener que entregar."
Y efectivamente, me mandan a bañarme, me coloco la ropa, me trasladan a mí sólo; me sacan del recinto con los otros dos compañeros que nos habían detenido, pero a ellos los llevan en un avión y a mí me llevan en otro.

Y al momento de salir, me hace llamar el coronel Téllez, que era el que manejó toda mi tortura y las torturas de todos.

-Este coronel Téllez, de la CNI, ¿es de La Serena?

-No actuó nadie de La Serena, llevaron para allá al grupo más seleccionado para poder interrogarnos, porque sabían que en Santiago podían tener más problemas. El juez García que investiga las torturas y que está amenazado de muerte, ya le sacó más o menos la película a Téllez: es el más bárbaro de ellos y el que usan en los momentos más difíciles. Y tengo entendido que ese es su nombre real.

Después que me visten, me hacen bañarme, para trasladarme a no sabía yo donde, me pesca Téllez del brazo (yo con los ojos siempre vendados, por supuesto) y me lleva a una oficina aparte, y me dice: "Mira, yo te voy a decir una cosa no más. Esto puede cambiar en cualquier momento así que lo que te voy a decir lo "vai" a tener en cuenta." Así: "lo vai a tener que tener en cuenta"... "Tú sabes que a cada momento te decíamos que a tu familia la teníamos en un avión, que a tus hijas las teníamos en un avión. Bueno, el que paró que te las trajeran, ése fui yo. Si tus hijas no llegaron a la sala de tortura tuya, fue porque yo paré eso. Así que cuando esto cambie, tenis que acordarte."

Yo no le contesté nada, por supuesto. En ese momento, ese monstruo que dirigía la tortura era una laucha cobarde, sin querer ofender a las lauchas. ¡Cobarde! Un cobarde, que me rogaba que me recordara que él había impedido que llevaran a mis hijas a la sala de torturas, lo que, por lo demás, era mentira, porque mis hijas se fondearon y allanaban la casa a cada rato y no las pudieron encontrar. O sea, no allanaron la casa, sino que se instalaron fuera de la casa, no las podían tomar. Además que no ganaban nada tomándolas, porque ellas no están metidas en nada. Pero en fin, no era efectivo que las había tomado para que las llevaran. No. Entonces, ese monstruo torturador, en ese momento, cuando todavía no tenemos una acción militar desarrollada, de mayor envergadura, empieza a oler el polvo de la derrota, de la victoria nuestra. Y se aterroriza, como se aterrorizó ese día porque salía en libertad, o sea, salía vivo de allí. El hecho que saliéramos vivos, lo aterrorizaba al extremo que llega a plantearme eso, en un tono no de voz de mando ni nada, sino rogándome, que yo tenía que recordar en el momento que le tocara el juicio a él, digamos. Eso demuestra claramente lo que es la moral de estos asesinos.

EN MANOS DE LA "JUSTICIA"

De allí me trasladan a Santiago. Al cuartel de la CNI, donde empieza la operación maquillaje. Muy bien alimentado, controles médicos cada diez minutos, revisándome los moretones, todo para tenerme cinco días ahí, y entregarme lo más presentable posible al escenario, a la Fiscalía Militar. Esto es lo que quiero destacar. La barbarie de los fiscales militares, que saben que a uno le han sacado la venda apenas media hora antes, y se la han sacado allí abajo, después de venir del calvario, de haber pasado por esto; resulta muy irónica para el torturado esta operación maquillaje. Es otra forma de tortura. Uno se desconcierta mucho. Se hace ilusiones de lo que puede ser, pero también, no sabe si es un juego irónico para herirlo más a uno. Se desconcierta uno y llega en esas condiciones. Los sicólogos tienen un término que no recuerdo en este momento. Cuando recién a uno le sacan la venda, después de veinticinco días en las sombras y se enfrenta con el medio ya no estando en el lugar de la tortura. Le sacan a uno la venda abajo y el fiscal espera arriba en el escritorio. Todo desorienta. Hasta la luz. Todo, todo. Entonces se encuentra uno de repente sentado en un sofá. Y le preguntan de sopetón si está, si estoy dispuesto a firmar mi declaración. ¿Declaración? No tengo nada que decir en mi declaración. ¡No he hecho declaración alguna! Pero ellos tenían un mamotreto inmenso, como de veinte páginas. Lo firmé sin preocuparme y me trasladan a mi incomunicación de vuelta.

Bueno, de ahí en adelante, me llaman una vez, que era nada más para firmar la declaratoria de reo y me vuelven a llamar para empezar los interrogatorios profundos.

Pero entonces ya habíamos acordado, como Frente, no declarar, no prestarnos para ningún tipo de juego leguleyo que entorpeciera nuestra acción. O sea, nosotros aceptábamos ir a un juicio frente al fascismo, un juicio político. Pero no meternos a declarar al nivel de ellos. Los cuatro miembros de la jefatura que estábamos detenidos, hacemos la declaración pública que conoce todo el mundo en Chile: no declarar más.

Efectivamente, me toca a mí ir ese día. Voy y lo único que les dije fue: "Yo no declaro frente a asesinos y traidores de mi pueblo."

No declararé más. Se armaban escándalos tremendos. Cosa muy curiosa, no aceptaban que los mirara a la cara, y yo los miraba igual. Entonces me hacían sacar en el aire para afuera, y de nuevo a incomunicaciones. Esos eran todos mis viajes. Estuve prácticamente cuatro meses creo, tres meses y tanto incomunicado, en el año que estuve preso.

Yo hice una "tournée" por galerías y cárceles. A los cuatro compañeros que asumimos la responsabilidad, como miembros de la jefatura, del ingreso de las armas libertarias, nos aíslan en distintos lugares. Ninguno de los cuatro podíamos tener contacto con ningún preso político. Como no tienen tantos recintos en Santiago, lo que hacían era que nos tenían una semana en cada galería, con 180, 200 presos comunes o delincuentes comunes como los llaman otros.
Recibí de toda esa gente la solidaridad y el respeto más grande. De ninguna galería me fui jamás sin que la galería entera aplaudiera mi paso por allí. No a mí, me gusta recalcar esto siempre: era al Frente, a la vida de militancia, a la lucha por el pueblo. Pero en ese momento, de alguna manera lo habían personificado en mí.

Esto, gran parte de esto que narro, era en la Penitenciaría de Santiago, pero llegó un momento en que se les acabaron las galerías, y resuelven que yo no puedo volver a las mismas galerías, donde conversaba de todos los temas con los reos en las horas de encierro, con la llave en la puerta del calabozo, y en la galería durante el día. Todos estaban muy interesados en conocer aspectos de la situación y lo conversábamos. Fue muy interesante.

El hecho es que un día con dos de los compañeros, Malbrich y Moya, dos de los cinco compañeros que firmamos la declaración pública, nos trasladan a los tres a la Penitenciaría. Pero a mí, a los cuatro días, me vuelven a meter en un furgón en la noche y me llevan de nuevo a la Cárcel Pública. Me tienen dos, tres días, y me trasladan de nuevo, o sea, empieza el traslado de cárcel a cárcel, no de galería a galería, sino de cárcel a cárcel.

Alcanzo a estar una semana, diez días después del último traslado en la Cárcel Pública, cuando un día se nos informa que vamos a ser trasladados a provincias, una cantidad como de ocho o diez presos políticos, porque el fiscal Torres, "el vampiro del pueblo", como le dicen muchos, había determinado que no había forma de aislarnos entre los presos políticos en Santiago. Por eso, había que tirarnos a cárceles de provincia. Es así como nos llevan de a dos a diferentes penales; dos personas, que según pensaba este caballero elegante, no tenían nada que ver entre sí. Entonces con esa mentalidad, me manda a mí, procesado por las armas libertarias, y a Marcial Moraga, por el intento de ajusticiamiento del tirano, a Valparaíso. A otros dos compañeros les toca San Felipe; a otros dos, les toca Los Andes; los más son enviados a Rancagua, y a un compañero, por último, le toca Santa Cruz. Nos reparten en estas cárceles.

EN LA CARCEL DE VALPARAÍSO

A nosotros nos toca llegar a Valparaíso el día 1° de mayo, y ese mismo día empezamos a planificar la fuga.

Llegamos, pues, a Valparaíso. Nos sentamos, con Marcial y el resto de la unidad de combate, y empezamos a planificar la fuga. El plan, para poder usar el lenguaje común y poder hablar de repente cuando había algo interesante delante de otros, lo denominamos como el "Plan Laura", y empezamos el estudio operativo de la situación, absolutamente compartimentado. Hacemos el estudio de los cambios de guardia, hacemos el estudio del muro, hacemos el estudio de las horas de regreso al penal de la gente que salía con "la libertad diaria" que se le llama, que salen en la mañana y vuelven en la noche al penal; hacemos el estudio de la iluminación de todos los sectores. Hasta que una vez que ya tenemos el plano topográfico de la situación operativa, resolvemos el camino.

El plan lo realiza la unidad de combate "Julio Guerra" del Frente Patriótico Manuel Rodríguez. Le pusimos finalmente este nombre a nuestra unidad, en homenaje al compañero caído entre los doce camaradas el año pasado, en la matanza de los doce, el día de Corpus Cristi. Empezamos a estudiar el plan profundamente. Marcial Moraga, Espinoza, Ricardo Muñoz y yo. Somos los cuatro ejecutantes de la fuga, compañeros a los que en todo momento yo les rindo mi homenaje, por su valentía y serenidad en los trabajos más serios. Y nos distribuimos las tareas. Al plan, repito, lo denominamos Laura, y ellos creyeron, después -así lo publicaban como locos los primeros días en los diarios- que tenían el nombre de la mujer que era el contacto afuera.

Empezamos con Marcial, con Espinoza y con Muñoz, el estudio de toda esta situación que mencionaba anteriormente. Una vez elegido el lugar, observamos que uno de los focos de gas de mercurio iluminaba el ángulo por donde debíamos escalar. Entonces dijimos: hoy empieza la primera acción directa del plan. Eran acciones que debían realizarse muy cercanas a la fecha para que no fueran detectadas. Hablo del trabajo en el terreno. Los contactos con nuestra gente de afuera estaban hechos, en el sentido del lugar donde teníamos que llegar y demás, y todas las cosas a recibir afuera. De lo interno teníamos el estudio topográfico y una de las primeras cosas que había que hacer era correr este foco, pero para correrlo teníamos que llegar a un lugar donde no se podía entrar todos los días. Era adentro de la parroquia. No podíamos moverlo desde afuera porque teníamos las garitas, las torres ahí mismo, en el muro. Lo que teníamos que lograr era meternos adentro de la iglesia y de alguna manera, con un palo muy largo, poder escalar la muralla de la iglesia, sacarlo por una ventana que tenía la iglesia y de ahí llegar al foco afuera.

Nosotros hacíamos training a las seis de la mañana. Nos habían prestado el patio de seis a siete. Una mañana estaba lloviendo mucho. Pedimos permiso para hacer training dentro de la iglesia, y nos lo dan. Entonces dentro de la iglesia uno miraba cuando el hombre principal de la garita principal giraba, porque se cansan en la misma posición los guardias de los muros, y de una tribuna que había, hecha con madera, este sistema que le llamamos en Chile de armar con macho y hembra, tablas muy largas, sacamos una tabla, y parados arriba de la misma tribuna sacamos la tabla por la ventana. Esto lo hacemos con Muñoz, juntos, mientras Marcial y Espinoza hacían señas cuando podíamos sacar el palo para afuera, que estuvieran distraídos los guardias, pero apoyado todo esto con una tormenta tremenda. Logramos llegar a la cabeza del foco y girarla. Había que girarla lo suficiente pero que no se notara. Bastaba con un centímetro para que, a la distancia que estaba el muro, saliera la luz del foco de ese ángulo recto por donde íbamos a subir, que era lo más bajo para escalar esa muralla. Y lo logramos. Es decir, logramos lo principal, que era quitarle la luz de ese ángulo al hombre que miraba desde la garita, o sea, lo dolábamos a oscuras. Lo dejábamos a la luz de la noche y la tormenta. Volvimos para abajo, colocamos la tabla en su lugar y salimos. Ya hecho ese trabajo, solamente nos quedaba ejecutar el plan estudiado.

LA FUGA

Esperamos hasta el día siguiente. Dentro de nuestra misma galería de nuestro patio de cuatro a seis, había una garita de gendarmes. Pero este hombre solía salir, lo llamaban de la administración, por una cosa o por otra. La noche anterior no había salido, pero sí sale el día de la fuga.

Ya estábamos listos a partir del crepúsculo, nos habíamos colocado la ropa correspondiente: una tenida de calle completa abajo y un buzo encima, un buzo camuflado, color de los muros, azul o gris oscuro. Toda la tarea, que eran unos 140 metros aproximadamente, eran dos techos, 25 metros en el primer techo, ahí eran dos muros, una escalada y una bajada, luego andábamos por tierra, escalar un tercer muro, después a tierra, escalar otro muro y andar unos 15 metros en el segundo techo hasta llegar al muro final. Todo eso estaba estudiado y se hizo en posición de tendidos. Se trataba de ganar tiempo, porque sabíamos que, de ser sorprendidos, debíamos llegar lo más rápido al muro, con el enfrentamiento correspondiente que se iba a producir. Pero para que nos pillara lo más cerca del muro la rapidez era fundamental. Habíamos hecho todo un estudio de como poder trasladar la escala que se usaba para limpiar los vidrios de la sección nuestra. ¿Cómo la trasladábamos sin romper la línea de los muros? Un gendarme mira en la noche en las tinieblas y al ver un techo horizontal con un palo parado se sorprende, pues; o mira el horizonte que tiene atrás y aparece un palo no se sabe de donde. Llama la atención. Entonces hicimos todo un estudio de movimiento de como llevar la escalera siempre pegada, cuando la subimos después de haber llegado a un techo, cómo subirla, irla girando pegada lo más posible al muro para que no rompiera la línea y trasladarla hasta allá. Y así fue. ¡Lo hicimos con una rapidez increíble!,, en doce minutos. A los trece minutos estábamos ya afuera.

Tuvimos una sola alarma. Una vez que escalamos el primer muro, llegamos al techo. De ahí bajamos a otro techo de una construcción inferior. De ahí nos tiramos a tierra. Todo estaba estudiado para ofrecer la menor visibilidad posible desde las garitas. Además, el apoyo de la tormenta. Llegamos a tierra, nos arrastramos como cuarenta, cincuenta metros, hasta llegar a otro muro; pero allí de repente vemos que hay cuatro o cinco personas en la puerta de las galerías centrales, que están como observando. Entonces nos tenemos que detener algunos minutos. Teníamos la mitad de los cuerpos en charcos de agua. Llovía hacía varios días. Hasta que esas personas se van, y continuamos nuestro camino. De ahí seguimos andando, pasamos un muro que da a otra calle de la cárcel, luego otro muro, y otra calle, hasta llegar a la construcción final, cuyo techo se prolongaba hasta el mismo muro exterior. Era la etapa de mayor riesgo porque debajo de ese techo dormía toda la guardia especial, la guardia de seguridad; pero, al mismo tiempo, como muchas veces sucede, el lugar más peligroso es el más seguro, porque como ellos dormían ahí, era el lugar donde menos caminaban los gendarmes en la noche. Nos permitió una movilidad muy grande. Y en lo que había que tener mucho cuidado era en no provocar un ruido extraño en el techo, porque es un cielo raso no más y unas planchas de pizarreño, pero para ello nos apoyaba inmensamente la lluvia. Hicimos con tanta serenidad este último tramo, que incluso camuflamos y escondimos la escalera. La descubrieron sólo el tercer o cuarto día. La fondeamos arriba en el techo. Porque de dejarla abajo, pasa en cualquier momento un gendarme y la ve. Bueno, hasta ahí todo iba perfecto.

Alguien del apoyo exterior, había hecho el estudio topográfico de toda la situación, y nos había entregado la altura del muro: tres metros veinte en esa parte. Nos llamó la atención que pudiere ser tan bajo. Nosotros practicábamos mucho el salto y demás, y habíamos hecho el estudio del "colgado", lo que acortaba la distancia. Si medía tres metros veinte y me cuelgo yo, por ejemplo, descuento un metro ochenta. Me queda una situación razonable. Nos creímos los cuatro ese dato, Marcial, Espinoza, Moraga y yo, puesto que la topografía de Valparaíso es tan rara. Tú de repente entras a una casa por el cuarto piso y si sales de esa misma casa por otro lado, sales por el primero. Podía ser. Pero no, ¡no era así! No sé que pasó.

El orden era: Marcial adelante, yo iba atrás, Espinoza y Muñoz. Pegaditos los cuatro. Marcial mira primero, y me dice: "¡No, pelado, aquí hay una locura!".

Miro y efectivamente, eran siete metros veinte o algo así. Era mucho, pero no había nada que pensar. Teníamos dos garitas a cinco metros, una a cada lado. Estábamos en el medio de dos garitas. Claro, tendidos, con una lluvia terrible, y totalmente camuflados en vestuario exterior. Pero no era como para esperar más tiempo ahí, de ninguna manera. Para vernos habría bastado que hubieran hecho una pasada de guardia normal los gendarmes, porque se cruzan de una garita a otra. Nosotros los teníamos de punto de vista. O sea, no venían, pero de todas maneras era muy cerca que teníamos las garitas. Entonces les digo: "Ya pus, compadres, no hay que pensar en esto. ¡Upa chalupa! Nos vamos p'abajo". Y nos tiramos.

Claro, la tormenta, cuando uno busca algo climático y se le da en toda acción, juega un papel muy grande. Era un barrial. Nos enterramos en el barro abajo, pero a nadie le pasó absolutamente nada, Y de allí nos vamos arrastrando unos treinta metros hasta salir del foco exterior de la cárcel que está siempre iluminado y ahí tomamos una escala y andamos unos veinte metros para abajo.

Viene otra cosa muy anecdótica. El plan exterior era, si salíamos sin ningún problema, el traslado inmediato a Santiago. Si había algún problema de emergencia nos separábamos dos y dos allí y esperábamos en determinados lugares no de Santiago sino que de otras partes. Pero resulta que nos estábamos sacando la ropa exterior, el buzo, para quedar vestidos de calle, cuando escuchamos un pito. Pensamos que era un silbato de advertencia de la cárcel. Entonces dijimos: "plan de emergencia" y no hay que ir a Santiago sino a otros lugares.

Claro, el temporal fue una gran ayuda. Las calles estaban desiertas. Fue una suerte que determináramos hacerlo esa noche, pese a que faltaban algunas cosas en la ayuda exterior.

Además, hubo otra cosa anecdótica. No sé quién, un loco, un curado. .. Ni siquiera pienso que hubo mala intención. Alguien que seguramente quería hacer daño a la dictadura, pero que no sospechaba que podía hacernos daño a nosotros, hizo una llamada telefónica. La semana anterior a la fuga, vemos nosotros una movida en la noche en el penal, tremenda. Mandan a llamar al gendarme nuestro, carreras, aparecen los guardias de seguridad en el muro. Entonces el gendarme vuelve y nos dice: "Prepárense muchachos, porque va haber algo muy terrible esta noche. Llamó alguien del Frente Patriótico Manuel Rodríguez avisando que venían para acá a hacer una acción de recuperación de presos políticos."

"Pero, ¡cómo se le ocurre!" -le digo al cabo- "que se va a anunciar una acción de esas. Imagínese que yo lo voy a llamar a usted para anunciarle la acción, y usted se prepara. Eso es una tontería, no tiene sentido". "Así será" -me dijo,- "pero mire cómo están". Y empezamos a ver como acordonan la cárcel entera. Pensamos que tal vez era una justificación para una masacre masiva, adentro. Porque jamás vamos a anunciar una acción antes de hacerla. Es absolutamente claro. Entonces, ese hecho, que provoca que la Marina rodee todo el penal dos o tres días, no desbarata todo el plan que teníamos de apoyo exterior. Y hay que cambiarlo. Bien, lo cambiamos. Hubo que hacer un plan nuevo de apoyo exterior, en tres días.

Se cambia todo eso y escapamos.

Pero volvamos al relato anterior. Nos pilla ese pito, aplicamos el plan de emergencia y partimos separados, hasta que llegamos a determinados lugares. Ya sentados, volvemos a escuchar el pito. ¿Y qué pasa? Era una publicidad comercial de una cera, no me acuerdo muy bien, que decía más o menos: "Vamos a ver qué cera empieza más rápido" y tocaban el pito para comenzar la competencia. Seguro que, justamente donde nos detuvimos para sacarnos la ropa, tiene que haber habido una ventana a la altura nuestra, con un televisor, y allí escuchamos el silbato.

La fuga la detectaron aproximadamente unas 24 horas después. Para nosotros era muy importante que demoraran eso. La fecha no la vamos a decir y que entiendan esto porque comprendemos que en gendarmería hay de todo, hay asesinos, (ya llegaremos al asesinato de Rigoberto; de eso tienen que responder ellos), pero asimismo, hay gendarmes muy conscientes, también hay gente normal.

Bueno, se produce esto y llegamos a esa casa. Estuvimos en un lugar determinado de Santiago veintitantos, treinta días, sin poder movemos. Como dije al comienzo, de los cuatro meses y tanto que estuvimos en Santiago, dos meses y medio fueron de pleno trabajo.

-¿Los otros integrantes del grupo que se fugaron con Ud., ¿Salieron también del país?

-Por ahora, la respuesta a esa pregunta vamos a dejarla en el aire. Pero quiero aprovechar la oportunidad para rendir un homenaje a Ricardo, a Espinoza, a Moraga, miembros conmigo de la unidad de combate "Julio Guerra", porque realmente fueron heroicos en la acción. Son muchachos muy jóvenes en comparación conmigo, y mostraron una seriedad y una valentía abismantes, dignas del temple sobresaliente que debemos jugarnos por tener los miembros del Frente Patriótico Manuel Rodríguez para enfrentar a la dictadura. Les envío un abrazo y un saludo a cada uno de ellos, donde estén, cumpliendo tareas maravillosas. Al mismo tiempo, al dirigirme a ellos con este cariño y este respeto a la sabiduría y a la tranquilidad de los tres para los momentos difíciles, también los quiero extender a todos los presos políticos, a todos los compañeros que durante un año fueron compañeros de celda. De cada compañero que he tenido aprendí más sobre mis principios, gracias a ellos fui capaz de amar más lo que amo. Fue una escuela muy importante para mí.

-¿Qué nos puede decir sobre las circunstancias de la muerte del preso político Rigoberto Peña?

-Esa pregunta me revive la indignación, me remueve todas las entrañas. Esto no es otra cosa que una prueba más de la incapacidad de la dictadura frente a las acciones del Frente y su impotencia en el plano militar. Al no poder detectar ni derrotar nuestras acciones, se venga con la persona que tiene más a mano. Al querido compañero Rigoberto, al cual le rindo homenaje, compañero excelente del MIR, creo que lo mataron por el simple hecho de que conversaba mucho conmigo. No tuvo absolutamente nada que ver con la fuga. Pero, simplemente, de alguna manera tenían que vengarse esos asesinos de la dictadura. No es la primera vez. Lo hicieron con los tres compañeros degollados, en respuesta a la acción de Concepción. Después del intento de ajusticiamiento del tirano lo hacen asesinando a otros cuatro compañeros. Después de la acción del comandante Carreño, está lo de los cinco desaparecidos. En el hecho de la fuga, impotentes ante una acción impecable, donde ni siquiera hubo necesidad de enfrentamiento, reaccionan con el crimen. Esto me lleva a un balance: cuando se lucha contra la dictadura, aunque no les provoquemos bajas, por el sólo hecho de derrotarlos en la acción, ellos nos matan gente.

Este es el caso del camarada del MIR, compañero Rigoberto, quien producto de las palizas que le daban, el aislamiento y demás, intenta suicidarse. Eso es efectivo. Pero ¿quién lo remata entre la cárcel y el hospital? Cuando salió de la cárcel él no tenía ninguna marca en el estómago, tenía las marcas en el cuello, y aparece rematado con una tremenda puñalada en el estómago. Lo matan en el camión de gendarmería, entre el penal y el hospital. Los compañeros presos se jugaron enteros por no entregarlo herido y por acompañarlo al hospital. No lo permitió la gendarmería. Es cierto que ya había miembros de la CNI dentro del penal, pero vuelvo a esa misma pregunta para la gendarmería. Tienen que definirse en algunas cosas. Son responsables de la muerte de Rigoberto porque ellos responden de lo que suceda en el penal y si permiten que los esbirros de la DINA manejen el penal, que asuman su responsabilidad.

UN FISCAL "BACTERIOLÓGICO2

-¿Le tocó a Ud., alguna vez., enfrentar al "famoso" fiscal militar Fernando Torres?

-Sobre este personaje "bacteriológico", como diría Neruda, hay que ver las cosas de diferentes puntos de vista. Yo creo que algún día lo explicarán los psiquiatras No, nunca me interrogó a mí. Dos veces lo vi, con la puerta entreabierta, mirándome desde fuera de la oficina. Nunca me interrogó. Yo pensaba que era por el hecho de que él sabía que yo no declaraba. Después me he puesto a pensar y he llegado a la conclusión de que tal vez no se deba a ese hecho, sino a otro hecho, que lo involucra a él en la sala de torturas. Estando yo en plenas sesiones de torturas, en La Serena, dos veces, con una diferencia como de cuatro o cinco horas, yo estaba colgado en esos momentos, me bajaron, me lavaron la cara, me vistieron, me arreglaron, y me llevaron a la sala de interrogatorios. Allí me interrogó una persona, un individuo muy parsimonioso. Yo, como siempre, vendado, no veía absolutamente nada, apenas lo que la venda permite, mirar un poco hacia abajo. Este personaje me interrogaba dándoselas de gran caballero, pero me repetía a cada rato que ya estaban cansados y que si yo no colaboraba, si yo no entregaba alguna información, iba a volver a las circunstancias en que estaba. Por supuesto que volvía.

¿Por qué cuento esta historia? Porque la uno con el hecho de que él nunca me ha interrogado a mí, cuando ha interrogado a todo el mundo; y de mí ha hablado mucho él por televisión y demás... ¿Por qué no me ha interrogado, entonces? Bueno, por mi profesión de actor tengo una capacidad, un acostumbramiento, a reconocer voces bastante importante. Pues bien, estoy completamente seguro que el que me interrogaba en esas condiciones era el fiscal Torres.

Voy a agregar un antecedente más. Mi madre es talquina, y yo he ido mucho a Talca. Silva es un apellido muy corriente en Talca, y cuando una persona es buena, y es Silva, dicen "es de los que silba bien". Es muy común esto. "Ah, pero es de los Silva que silban bien": es decir que es correcto. "Ah, éste es de los Silva que silba mal", quiere decir que es incorrecto. La segunda vez que me llevan a este interrogatorio en La Serena, que me están arreglando, pasa uno y pregunta: "¿Para dónde lo lleva?" "Lo llevo donde el Silva que silba bien". Coincide, además, que el segundo apellido de este personaje bacteriológico es justamente Silva.

Además, como ya creo que es de opinión pública conocido, hay que recalcarlo, es un hombre muy curioso. Un día, por ejemplo, se quejaba al camarógrafo Jaime Honorato. Le decía: "Yo contigo tengo que hablar porque con tu cámara es con la única en que salgo gordo." Un tipo que se preocupa mucho de su imagen física, más que de hacer justicia a través de las leyes o su responsabilidad. Es conocido el actuar irregular de este personaje. Yo creo que la definición final de esto, como sucedió con los nazis de la segunda guerra mundial, la van a tener que dar los psicólogos y psiquiatras. Yo, por el momento me limito a decir: éste es un hombre que goza y disfruta dañando a los que aman a la democracia.

EL DERECHO DEL PUEBLO A LA REBELIÓN

-El descubrimiento de los arsenales tuvo repercusiones políticas en Chile, ¿no es así? Hubo políticos de centro-derecha que dijeron que esas armas podrían ser usadas también contra ellos. Otros se alarmaron y dijeron: ¿por qué estas armas? ¿Por qué los arsenales?

-Vamos a ver esto en varias facetas. Contra quiénes, para qué, y por qué las armas. En primer lugar, créame que no me preocupa aquel argumento de que esto pudo aislarnos de los partidos políticos, ¿no? Porque esa fue una acción visceral de aquellos que nos quisieron aislar y que con el correr del tiempo tenían que meditar de nuevo este asunto, y de hecho ha sido bastante así. Hoy día más les preocupa aquello de "la violencia venga de dónde venga", y muchas cosas más que sacan, que en el fondo es su temor al pueblo. En fin, eso lo podemos analizar después. Pero, ya ni siquiera hablan de los arsenales. Sin embargo, al comienzo lo utilizaban como argumento.

Yo les pregunto a ellos: ¿es un delito acaso querer entregar armas a un pueblo que fue traicionado por ese ejército que tenía la misión de cuidar la patria y que mató al Presidente y arrasó con un gobierno como no hubo otro en la historia con el apoyo popular que éste tuvo? ¿Qué otro gobierno a los tres años alcanzó un 42,5 por 100? Ninguno. Solamente el de la Unidad Popular. Sin embargo llegan y arrasan por orden de los ricos, este ejército lacayo de los ricos y de su principal patrón que es el Pentágono, ¡arrasan! ¿Qué me dicen ustedes de los desaparecidos, les pregunto yo, a ustedes que se asustan porque les queríamos entregar armas a los perseguidos y a los pobres? ¿Por qué no le preguntan esto a Espartaco, dos mil años antes de Cristo? Le entregó armas a los esclavos, y se levantó contra los forajidos de esa época. ¿Los asusta Espartaco? ¿Los asusta Cristo, cuando sacó a patadas a los mercaderes del templo? ¿Con qué moral pueden indignarse, porque tratamos de entregarles armas al pueblo?

Parece que eso les preocupara más que el hecho que se especialice la CNI en West Point o que los oficiales del Ejército chileno, que antes se adiestraban en el canal de Panamá, hoy día se adiestran en West Point y que tengan como blanco frente al arma un mameluco obrero para que actúen como reflejo condicionado frente al trabajador. Eso les preocupa mucho menos. En cambio sí les preocupa el hecho de que haya gente que nos jugamos nuestras vidas, internando armas libertarias dadas por el mundo entero, que pueden llegar de nuevo y lo haremos cuando montemos nuevamente la infraestructura. ¡Eso les preocupa!

Yo siento que esos argumentos han sido utilizados en la historia por todos aquellos que metieron las manos a un balde de sangre de pobres, y que no quieren reconocer como un derecho legítimo, de dignidad, frente a catorce años de represión, de tortura, de persecución, de mujeres embarazadas en la tortura, de mujeres con ratones en la vagina, de madres que no saben donde están sus hijos, entregarle armas a ese pueblo. Si pensaran un poco en ello se darían cuenta que no hay nadie a través de la historia, nadie con dignidad, que no considere justo alzarse en armas contra semejante régimen. ¿Por qué no critican al ejército libertador? ¿De dónde venían las armas de Mendoza? ¡Critíquenlo, pues! Es decir, tenemos veinte mil ejemplos en la historia. El ingreso de las armas libertarias fue una acción legítima y de amor al pueblo. Fue una acción legítima contra aquellos que quedarán en la historia como los asesinos del pueblo de Chile; y los que se indignaron y levantaron la voz contra los arsenales quedarán en un rincón de la tribuna de los cobardes.

Eso es, por un lado. Por otro lado, eso de que se iban a utilizar, ¡qué osadía tan grande! que se podían utilizar contra gente de centro-derecha. ¡No, no, no! La opinión pública chilena nos conoce a muchos de los que fuimos cabeza en el ingreso de las armas libertarias y saben que esas armas tenían en la mira solamente a los traidores y asesinos del pueblo. Y esté absolutamente claro que sabemos disparar en este plano. No es contra todo el ejército, que fue embarcado en esta felonía y esta traición, como decía el compañero Allende, sino que para una parte de la oficialidad; tampoco en su totalidad, sino para aquellos a quienes se ha logrado en estos catorce años mantenerlos bajo el techo de la traición. Va para esos responsables, va para los agentes de la CNI, va para aquellos que han provocado el espanto, el dolor en nuestro pueblo. ¡Para ellos! Y lo saben en el fondo perfectamente bien. Yo creo que no hay un pasado ni razones que hagan pensar que las armas se podían utilizar frente a alguien que no sean los auténticos responsables de la traición a Chile.

-¿Cuál es su impresión sobre el momento político que se vive en Chile?

-Mi apreciación, que es la del Frente, en torno a la realidad política actual es que hay una confusión. Hay un carnaval electorero que de repente logra hasta borrar las atrocidades acontecidas durante catorce años. En el diario La Tercera escriben varios periodistas de diferentes tendencias. De repente uno en una página lee, tres tendencias distintas. Y escucha, y lee una página entera hablando sobre el plebiscito, hablando sobre elecciones, como si estuviéramos en plena democracia. Yo me pego en la cabeza y digo; "¡Qué maravilla! ¿dónde estoy?" Pero me doy cuenta que estoy con mi pueblo sufriendo y me caigo de espaldas. Porque es un carnaval que lo aísla a uno, del POJH y del PEM, de los cinco compañeros desaparecidos en septiembre, de la burla de Pinochet, cada día, que desautoriza y se ríe y les dice que vendrá él, y otro, otro que seguirá detrás de él. Entonces esto empaña la discusión de fondo, la búsqueda de cómo lograr realmente avanzar en el camino democrático, sin que pueda haber retroceso. No, yo creo que éste es un camino de distracción, que es un camino que confunde.

Creo que hay un camino que ha sido claro, que es el que ha provocado más confusión al enemigo y es la movilización del pueblo. En todas sus formas de lucha. Sin pedirle a nadie que tome un arma, sin pedirle a nadie que lo obliguen a estar dentro del marco de la huelga o dentro del marco de la olla común. Todos, cada uno, en el frente donde puedan estar. Y cada vez que se ha logrado ello, que se ha logrado este objetivo, de hacer una acción movilizadora en conjunto, hemos visto la desesperación del régimen.

Es muy doloroso que algunos sectores, por este afán electorero, hayan dejado de llamar a sus bases a movilizarse. Menos mal que llegada la fecha, llámese de protesta, llámese de paro, la movilización se siente igual en las calles. Creo que ese es el camino claro. Naturalmente que es duro, pero ¿cuándo no ha sido un camino duro ante una dictadura déspota como la que tenemos? Si quisiéramos que el camino no fuera duro, vamonos para la casa, y no pretendamos provocar ningún cambio.

Creo que la lección práctica, si analizamos desde un punto de vista dialéctico, concreto, nuestra situación, es que cuando hemos logrado avanzar algo, ha sido con nuestro pueblo en movimiento.

Un ejemplo muy hermoso de este último tiempo: veamos el caso de la Universidad de Chile. Veámoslo. Allí fueron todas las formas de lucha. Fue una unión frente a un dictamen del tirano, en que se colocó un objetivo central: que no nos violen la autonomía universitaria, que no nos destruyan los organismos de gobierno universitario, colocando a un monigote representante del tirano. No tuvo otra salida éste que sacar a su hombre de confianza. No quiero decir con esto y la comunidad universitaria lo sabe perfectamente bien, que el nuevo rector sea una garantía en este plano. No. También lo nombra el tirano pero, bueno, veremos frente a esa comunidad universitaria que ya tomó esa escuela de la unidad, qué es lo que logra hacer en caso que no respete el gobierno universitario.

Entonces digo que es ése el camino. La unidad sobre todas las cosas teniendo como objetivo común la lucha contra el tirano, pero no la unidad verbal que diga "estamos de acuerdo", pero no hacemos nada frente a la dictadura, sino la unidad que genere movilización. Que nadie descalifique a nadie por sus métodos de lucha, si sus métodos de lucha conducen a dañar al tirano.

Creo que ese es el camino, es el camino que nosotros respetamos, es el camino que creo que en parte se ha impuesto, porque sino, ¿qué otro se ha seguido, digo yo, los días de protesta, paro general, cuando después de las seis de la tarde la dictadura no se anima ni a acercarse a una población?

FPMR: BALANCE DE UNA ACTIVIDAD

-¿Qué ha logrado el Frente Patriótico Manuel Rodríguez en cuatro años de actividad?

-En primer lugar, romper el mito de que esta dictadura era invencible, romper el mito de que estos servicios de seguridad eran inmensamente inteligentes. Hemos demostrado a través de la permanencia en las acciones, durante cuatro años, que es totalmente vulnerable esta seguridad de la dictadura. Romper el mito del pacifismo del pueblo. ¿Qué es eso? Es una nueva cosa en la escena política chilena, una nueva forma de enfrentar al enemigo, es demostrar cómo hemos sido capaces de actuar coordinadamente desde Arica a Magallanes. Cuando se habla de un apagón, por ejemplo, tal vez alguien piensa que es botar una torre y se apaga Chile. No, no. Hay que actuar por lo menos en siete u ocho provincias y hay que actuar a la misma hora. O sea, hay que violar los servicios de seguridad que se consideraban intocables por su capacidad, en siete puntos distintos del país, a la misma hora. Y cada acción que se realiza, por pequeña que sea, no es un llegar y hacerla. Por ejemplo, las acciones simultáneas, de torres para los apagones o de tomas de radio; se hacen tomas de radios en cuatro provincias a la misma hora.

Ese es uno de los tantos aspectos, demostrarle a nuestro pueblo que ese enemigo es derrotable. No digo cuándo. No sé. Eso lo va a ir diciendo el tiempo. Pero yo soy de los que digo que sí los podemos derrotar militarmente. No a corto plazo, no hablo de plazos. Al decir militarmente digo político-militarmente. Es una locura pensar que a corto plazo se pueda derrotar a un ejército que ha logrado estar cohesionado bajo el fascismo durante catorce años. De acuerdo, pero también es cierto que nosotros después de cada acción aprendemos. Después de cada grande o pequeño enfrenta-miento, aprendemos. De dos contra seis, por ejemplo, armados, en la calle. Siempre, después de cada acción hacemos un balance y hemos crecido en una forma gigantesca. Entonces esto, de prolongarse, no me cabe la menor duda que vamos a llegar a la necesidad de tener que ser un ejército del pueblo y no me cabe la menor duda que como ejército del pueblo vamos a derrotar al ejército de la tiranía y de los ricos.

-En varias publicaciones de prensa, dentro y fuera de Chile, se habla de dificultades internas, de división del Frente. ¿Qué hay de eso?

-En primer lugar, para nosotros, es un tema doloroso, indudablemente. Yo creo que se exagera un poco con la palabra división. Aquí lo que ha pasado es que, desgraciadamente, ha habido una discrepancia frente a la situación política con algunos compañeros del Frente, compañeros honestos y valiosos. Desgraciadamente no ha habido un acuerdo y ellos se han separado del Frente.
No quiero hablar más de este tema porque, de una u otra manera, sufrimos. ¿Por qué razón? Porque, de una u otra manera, pensamos que con esto disfruta el tirano.

-En la izquierda hay algunos que sostienen que las acciones militares desmovilizan al pueblo, inducen una actitud de espera, de espectadores, y no de lucha de masas. ¿Qué dice usted frente a este planteamiento? ¿Qué ha demostrado la práctica?

-Muy interesante y necesaria la pregunta. Yo creo que eso podría suceder si nosotros fuéramos como pinta la burguesía a los soldados del pueblo, marginados de toda cultura o formación política. Nosotros no concebimos ninguna acción militar aislada del acontecer nacional. Cada acción nuestra, cada ataque a un retén, por ejemplo, obedece a la actitud represiva de ese retén hacia la población de ese lugar. Somos un lenguaje en armas del pueblo. Somos soldados político-militares del pueblo, que tenemos la filosofía del pueblo y cada acción va encaminada a apoyar una acción del pueblo.

Yo creo que esto produce lo contrario de lo que se plantea en la pregunta. Y lo puedo probar con hechos. La cantidad de acciones... Si lo que se ve no se hace con un puñado de gente. No, se necesita mucha gente. Y al decir mucha gente en el plano militar del pueblo, es mucha gente que puede perder las manos con la tiranía en cualquier momento. Veamos bien el nivel de definición. Nosotros no somos seres humanos abstractos ni simbólicos, somos concretos. Tenemos que tener donde escondernos, tenemos que tener gente que nos apoye, o sea, todo un aparataje. Cada acción tiene un trabajo de exploración primero, tiene un contrachequeo después, y tiene el accionar. Nunca la misma gente puede pasar de una etapa a otra, o sea, cubrir una cosa y la otra, porque es detectada. Imagínese, si la persona que hace la exploración después va a chequear... y después de chequear va a actuar directamente. Es imposible. No, decimos que con nuestra política militar, hemos logrado una incorporación de gente muy, muy grande a este campo.

Ahora, también hay que entender que no es lo importante que toda la gente se incorpore al Frente, porque también en esto hay vocación de enfrentar a la dictadura de diferentes maneras. Un hombre de setenta años, nos ha hecho por ahí unas exploraciones maravillosas. Hay gente que dice: "Yo estoy de acuerdo, apoyo las acciones del Frente desde mi actividad sindical, y de una u otra manera, logro apoyo a las acciones del Frente en las asambleas sindicales." Otros, a través de los organismos de poblaciones.

Yo digo, conscientemente, y desafío aquí a alguien que me desmienta: creo que nadie tendría la osadía, fuera del tirano Pinochet, de decir que el pueblo de Chile rechaza las acciones del Frente. Yo digo categóricamente que no, y en la calle, en una cola, en las micros, parado en un kiosko de diarios donde hay un titular de una acción del Frente, o donde esté, que se sienta, que se escuche, que se sepa: ¡nunca hay un rechazo, frente a una acción del Frente! O se comenta y se apoya o se calla la gente. Y la mira, la mira y se la guarda. Yo creo que eso es, precisamente, lo contrario de lo que nos habría pasado si tuviéramos una fiebre de venganza, de tirar por tirar tiro.

No, tenemos el planteamiento del rodriguismo en la médula de los huesos. Tratamos de ser la sensibilidad del pueblo. Hemos logrado que sean comprendidas todas nuestras acciones. En esto hay sus etapas dolorosas, ya lo hemos explicado, y el pueblo de Chile sabe que es así. Pero lo voy a repetir. Nosotros sufrimos mucho también cuando un hombre que no tiene nada que ver cae en una acción nuestra. Jamás nos ha pasado por alto cuando en una acción ha caído gente inocente y ha sido un imprevisto total que no lo hemos podido controlar. Pero que digan esos guardias azules que son también guardias de la burguesía, lo que les ha pasado cada vez que se han enfrentado con nosotros. ¿Qué les hemos dicho? "No muevas el arma. Si no la mueves no te va a pasar nada. Más, si quieres pasarte para nuestro lado, te puedes ir con nosotros. Pero pasa el arma y no la muevas. Si la mueves, estás actuando contra el pueblo". Eso lo pueden decir, creo que ya habrán conocido esta realidad muchos "guardias azules", que les llaman.

Ahora, algo más en este punto de la comprensión de nuestro trabajo, sobre las milicias rodriguistas. Y no quedarme allí solamente, sino que en las primeras expresiones de rebelión, en el armar la barricada, en conseguirse neumáticos para la barricada. Yo creo que eso lo conoce, lo ha visto todo Chile, porque para cada acción hay determinado nivel de preparación y determinado nivel de experiencia. ¿Quién en Chile no ha visto niños de catorce, quince años, con qué fuerza actúan en la protesta? Desde catorce años hasta una edad ilimitada. Tenemos el trabajo de la Milicia Rodriguista sectorial. ¿Es una mentira que poblaciones en la noche son controladas por la Milicia? Todos las han visto, todos saben que es así. Pregúntele a los señores carabineros, si se meten a determinadas poblaciones. Pregunte por qué no se meten después de las 8 de la noche y qué es lo que ven cuando miran en las poblaciones para adentro. Quienes patrullan aquella población y cuidan aquella población. Esas son las Milicias, el primer camino que encuentra la juventud, de comprensión, de acercamiento al Frente Patriótico Manuel Rodríguez.

-¿Qué haría el Frente Patriótico Manuel Rodríguez frente a una eventual apertura, que marcara el comienzo de una normalización democrática en el país?

-Bien, pienso que no es una cosa descabellada creerlo, la apertura. Creo que si el nivel de movilización del pueblo va in crescendo se puede lograr. Creo que cada acción de todo tipo, de olla común a fusil automático, que se realice en el interior y que no pueda controlar la dictadura, son horas que se le van cortando a Pinochet de su existencia frente a sus patrones, el Pentágono, frente a quienes ven que no puede controlar la situación. Por eso es que creo que en el accionar está la salida.

De darse esa apertura, nosotros ya lo hemos planteado y lo voy a recalcar aquí, nosotros no depondremos las armas hasta que no haya garantías absolutas de que jamás se volverán en contra del pueblo. Esto no es un antojo.
Detengámonos un segundito en la historia de Chile. ¿Qué ha pasado con las armas en la mano de la burguesía? ¿Qué pasó a fines del siglo pasado con la matanza de Puerto Natales? ¿Qué pasó a comienzos de siglo con la matanza de la Escuela Santa María? ¿Qué pasa con La Coruña? ¿Qué pasa con El Salvador? ¿Qué pasa con Pampa Irigoin? ¿Qué pasa con la José María Caro? ¿Qué pasa con las muertes en cada paro nacional?

Llegamos a una conclusión muy clara, de que cada vez que el pueblo fue alternativa para superar su explotación, rué aniquilado por las armas de la burguesía. Y como broche de oro tenemos el ejemplo de la Unidad Popular. Entonces, ¿podríamos nosotros, que hemos abierto la dialéctica del combate, deponer las armas si no hay garantías para que no vuelva a suceder nunca más esto? No. El pueblo de Chile, tiene sus brazos armados, (porque no somos los únicos que actuamos en Chile, esto permítaseme decirlo también: está la Juventud Lautaro, está el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, y poco a poco han ido apareciendo otros brazos armados del pueblo también) y no podríamos de ninguna manera, sería una incoherencia muy grande, dejar nuevamente al pueblo sin tener cómo defender sus conquistas. No. En dos palabras: depondremos las armas, vuelvo a repetir, el día que haya garantía que los pobres no sean asesinados por los ejércitos de la burguesía.

-¿Cuál podría ser esa garantía?

-Por ejemplo, democratización de las Fuerzas Armadas.

-Algunos militares identifican ese concepto, democratización, con la eliminación de los grados, la deliberación permanente, la anarquía...

-No. Democratización de las Fuerzas Armadas, para nosotros significa cambios profundos dentro de ellas, dentro del Estado Mayor, dentro de la tropa, la apertura de la Escuela Militar a la clase obrera. Digo Escuela Militar refiriéndome a las cuatro ramas de las FF.AA. Un ejército donde tenga plenas garantías el pueblo, con gente dentro de su nivel de decisiones, desde el Estado Mayor a la tropa. ¿Por qué no? ¿Por qué no tiene derecho a exigir el pueblo, este tipo de democratización, cuando ha sido traicionado durante un siglo? ¿Quién podría considerar que ésta es cosa de locos?

Claro, la burguesía lo va a decir: "¡Cómo! ¡Cómo nos van a quitar a nosotros la garantía de nuestras riquezas y de nuestra seguridad!" Ellos lo dirán. Pero yo le pregunto a la opinión democrática del mundo entero si es una locura exigir una democratización de este tipo.

Como principio, nos gusta contemplar todo tipo de posibilidades, incluso aquellas que en algún momento parezcan increíbles. Porque tenemos claro que cuando decimos "democratización" nos referimos a cambios absolutos.

Hoy día el pueblo de Chile tiene sus soldados que, a través de la lucha, se han transformado en excelentes soldados del pueblo. Esa gente tendría que reemplazar a elementos de las Fuerzas Armadas. Tendría que haber un recambio de las Fuerzas Armadas, en todos los niveles, en la Escuela Militar, en los programas de la Escuela Militar. Entonces, usted comprende lo difícil que es que la burguesía acepte esto, la burguesía que es capaz de prestar a su mujer, que es capaz de vender la Patria porque, como decía Neruda, los ricos no tienen Patria; pero hay algo, sí, que ellos no entregan, que es su Ejército lacayo burgués, porque es la garantía de la defensa de sus riquezas. O sea, ese Ejército pasó, de cumplir el papel de defensor de la soberanía nacional a ser hoy en Chile, en la realidad, sólo el defensor de la riqueza de los ricos. Entonces, es muy difícil. Pero, vuelvo a repetir, nos preparamos y contemplamos hasta algunas cosas que parecieran imposible.

Estamos hablando en el plano de una apertura hipotética. Lo que decía antes, que creo en la derrota militar a la larga, es en el caso de que no se dé esa apertura y sigan las cosas como van.

ACTOR Y COMBATIENTE POLÍTICO-MILITAR

-Usted es actor y combatiente político-militar, según sus propias palabras ¿No percibe una contradicción entre ambas cosas?

-Yo le decía antes que no veía contradicción entre ser comunista y un soldado del pueblo. Tampoco veo contradicción en ser un artista y un soldado del pueblo. Significa, eso sí, que uno tiene que priorizar algunas cosas en algún momento. Pero, bueno, ¿por qué no vemos el caso de Gerard Philippe, el gran actor francés, que desgraciadamente murió muy joven. Se transformó en un maestro de profesionalismo y calidad antes de los cuarenta años, ¿acaso no tuvo los fusiles en los techos de París en la Resistencia antinazi? Jean Gabin, por ejemplo, ¿no fue nada menos que jefe de la artillería de la Resistencia? Podríamos nombrar muchos casos más. No. No es una contradicción.
Yo no quiero descalificar a nadie. Entiendo perfectamente que otros actores no lo hagan ni les pido que lo hagan. Me gusta hacer esa aclaración. Voy a hablar de mí. Me costó entender el derecho y la obligación desde un punto de dignidad personal, de tener un arma en la mano frente a los asesinos de mi pueblo, tomar la decisión de combatir con las armas. Me pasa, en el hecho, que no me conformo con dar un mensaje desde el escenario frente a la dictadura. Necesito yo personalmente como una angustia personal, dar más. Repito: yo admiro a quien combate en el plano del arte y lo considero muy valioso. No estoy planteando que haga como yo el resto de los actores. No, y muy bien hecho. Pero, en el caso mío, empecé a no dormir tranquilo al enfrentar a la dictadura, sólo desde el escenario. Era tanta la barbarie que necesitaba dar un paso más.

Pero yo trataré de no bajarme nunca del escenario, y lo voy a demostrar esto con la práctica. Mi labor militar, en mi tierra, ya lleva más de tres años. Sin embargo, yo hasta que no tuve que hacer la tarea de la entrada de las armas libertarias en el Norte, o sea, hasta fines del 85, todos los años hice dos, tres montajes teatrales. Por ejemplo en ese mismo año 1985, monté Brecht, nada menos que Santa Juana de los Mataderos, monté El Relevo, una obra de un autor chileno que relata 24 horas de vida de los trabajadores ferroviarios; monté Chejov, en un programa doble.

Hice todas las teleseries de ese año, Matrimonio de Papel, Andrea, El Ángel Malo. Sin embargo, paralelamente, no puedo dar detalles, mi actividad militar era intensísima. Después de haber hecho esa primera etapa de la internación de armas libertarias, si todo hubiera salido bien, yo habría vuelto al escenario. Ya veremos más adelante, depende del tipo de salida que haya y como se vaya desarrollando la lucha, si lo puedo hacer. Es indudable que en mi tierra a estas alturas, no lo puedo hacer mientras esté la dictadura. Pero mientras pueda hacerlo y posteriormente cuando abramos las puertas de la libertad, seré un actor militar del pueblo.

-¿Podría hacemos su currículum de actor?

-Tal como le contaba anteriormente, yo egreso de la Escuela de Teatro en la temporada universitaria del año 63, y hago mi primera obra profesional en marzo del año 64. Hice La Mamma con Américo Vargas, obra que se mantiene dos años y medio en cartelera. Ya tenía anteriormente un gran movimiento el Teatro de Aficionados. Pero no vamos a hablar de él, a pesar de que es muy hermoso. Vamos a hablar de mi ingreso ya en el trabajo profesional. Trabajé prácticamente en todas las compañías de teatro independiente, especialmente con los Duvachelle. Hacemos una obra maravillosa que se llama Veinticinco años después. Con diferentes compañías profesionales, digamos prácticamente casi todas. Al mismo tiempo soy pionero de la televisión chilena en teleteatro. Soy actor de planta del primer programa de teleteatro de envergadura, se llamaba Historias de la tarde, que hacíamos en el canal de la Universidad de Chile cuando funcionaba en Chile Films. Estoy hablando de los años 63, 64. Era una novela universal, que la dividían los escritores en cinco capítulos. Esto lo dirigía Helvio Soto. Hacíamos un capítulo diario en directo. En aquel entonces, no se grababa. Se memorizaba en la noche, se ensayaba tres, cuatro horas y salía al aire en la tarde. Nos turnábamos en grupos de seis actores. Eso duró aproximadamente dos años. De allí no me despegué nunca de la televisión hasta el golpe fascista y que la retomo cuando vuelvo en el año 83. Pero aquí, exclusivamente me daba trabajo el canal 13. Estoy proscrito de todos los medios donde tenga influencia el Estado, también hice cine. Trabajo en dos películas con Raúl Ruiz, Colonia Penal y Nunca se supo y trabajé también con Saúl Landau, no me acuerdo del nombre de la película, me en el primer año de la Unidad Popular.

Hago tres películas seguidas y posteriormente, en el exilio, hago teatro desde el primer día de mi llegada, primero en el teatro chileno de Estocolmo, después en el teatro Latinoamericano de la misma ciudad. Hago cuatro películas en Estocolmo y después programas de televisión.

En Nicaragua, igual. Desde el primer momento trabajo en teatro y a la semana de llegar allí ya combino mi vida de miliciano sandinista con la de actor y desde el primer día integro una compañía de teatro en Nicaragua. Hago cine. Hago tres películas. Hago el primer teleteatro grande de la televisión nicaragüense y soy el primer profesor de teatro en la primera Escuela de Teatro Estatal del Ministerio de Cultura, dirigida por Ernesto Cardenal. De allí retomo a mi tierra y hago la actividad que dije anteriormente que termina en el año 85.

Entre medio de esto, el año 77 recibo una distinción que para mí es muy valiosa, entregada por el Sindicato de Artistas Alemanes al Actor Antifascista. Se llama condecoración Hans Otto, de la República Democrática Alemana. Es la condecoración, varios han visto la película Mefisto, es la condecoración al maestro aquel, que se llevan un día y lo fusilan en el bosque. Esa es la condecoración máxima entregada a un actor de teatro en Alemania Democrática. Además, hice estudios superiores en el Instituto del Drama Sueco, dos años, mientras permanecí en el exilio en Suecia. Eso es a grandes rasgos. No he sido nunca muy bueno para llevar mi currículum.

EVOCACIÓN DE VICTOR JARA

-Tengo entendido que usted mantuvo relaciones de trabajo y amistad con Víctor Jara.

-Con Víctor éramos mucho más que amigos, éramos compañeros. Cuando hacía un tiempo que no nos veíamos, nos buscábamos, necesitábamos conversar, analizar las cosas que pasaban. Y trabajamos juntos en el Teatro del Pueblo. El me dirigió a mí en varios montajes, entre ellos, uno muy bello que era en apoyo de ese maravilloso pueblo irlandés ocupado por los ingleses, una obra que se llama Afuera brilla el sol. Entre otras obras muy conocidas. Aquella la hicimos con mucho cariño. Eran dos personajes nada más. Y él dirigía. Sí, fuimos grandes amigos durante veinte años aproximadamente. Y por ironías de la vida, o más bien no, porque los dos éramos amantes de la vida y del pueblo y era normal que nos encontráramos de repente juntos en una situación difícil, nos tocó estar juntos en los primeros días del golpe.

Yo soy detenido por primera vez, en el centro de Santiago, el viernes después del golpe militar, que fue el martes. El fue detenido en la Universidad Técnica del Estado. El hecho es que nos encontramos los dos en el Estadio Chile. Llega un momento que yo miro el pasillo de entrada y lo veo entrar. Me le acerco y traía una tremenda hinchazón en el ojo. Y le digo: "¿Qué te pasó, te pegaron ya?" Me dice: "Al entrar me reconocieron, me botaron al suelo y me llegó una patada en un ojo." Un bototazo en un ojo. Eso se le empezó a hinchar con el correr de las horas, hasta que se le cerró el ojo izquierdo y el hematoma, abajo, café.

No se por qué razón, un monstruo que tendrá que rendirle debidamente sus cuentas al pueblo, como lo tendrán que hacer todos los responsables de esta traición al pueblo... Le pone Rolando Carrasco un nombre muy bueno en Prigué. ¿"El Hermoso", era? El oficial aquel... "El Príncipe". ¡Eso era! Nos aparta un momento y nos coloca en un pasillo a Víctor Jara, a mí y al doctor Bartulín. Nos coloca a los tres juntos. Insultos permanentes cada vez que pasaba. A Víctor le decía: "Vamos a ver si vuelves a cantar", sacándole la madre. A mí me decía: "Tu vai a ver lo que te va a ocurrir." Nos decía siempre lo mismo. Y a Bartulín: "A Ud., doctorcito, lo cantado y lo bailado no se lo va a quitar nadie." A cada rato, como un hombre obsesivo, cada vez que pasaba, repetía esas palabras. A veces tenía que pasar corriendo y nos gritaba corriendo. Pero nos gritaba lo mismo siempre que pasaba frente a nosotros, nos dirigía las mismas frases.

Estuvimos dos días juntos. Y en un momento voy yo al baño y le pregunto a Víctor si quiere ir al baño. Me dice que no y voy solo. Tengo que hacer una cola. Imagínese, ese estadio estaba lleno, absolutamente, la cancha, las galerías, todo, lleno de gente. Tengo que hacer la cola para el baño y cuando vuelvo, ya no está. Entonces le pregunto, no sé si a Bartulín o a otra persona, estaba ahí en el borde de una hilera larga de asientos hacia el pasillo. Entonces me dice que lo bajaron hacia los camarines.

Al día siguiente logro salir yo en libertad, como lo relaté antes. Lo busqué por todos lados antes de salir y no lo encontré.

Después de salir, tengo un contacto con un compañero y me dice: "Lo primero que queremos saber es a qué gente viste adentro del Estadio." Le digo: "A Víctor." Me dice: "Ayer se le encontró muerto a la vuelta del Estadio."

O sea, lo mataron ese día en un camarín, salieron con el cuerpo y lo lanzaron, no me acuerdo cómo se llama esa calle de atrás del Estadio, donde había una serie de grandes tarros de basura.

Después me repite esto la Joan, en el entierro de Pablo Neruda, días después.

Así supe lo que había ocurrido con el compañero Víctor Jara, que lo bajaron a los camarines y apareció después, esa misma noche, en los tarros de basura, a una cuadra del Estadio.
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Fuente: Araucaria de Chile Nº 41 (Madrid, 1988). Digitalización: C.D. Blest