La autodefensa de masas y la lucha revolucionaria

LA AUTODEFENSA DE MASAS Y LA LUCHA REVOLUCIONARIA

Dijimos en el número anterior que la autodefensa cumplía una primera y muy importante función en el desarrollo de las luchas sindicales: aplicada en forma masiva, o clandestinamente por grupos reducidos de obreros, es un medio cada vez más necesario para enfrentar los ataques combinados y violentos del enemigo de clase y sus aliados. Y afirmamos a la vez que la autodefensa obrera, además de servir a esos fines defensivos y aplicados a una lucha dentro de los marcos del sistema explotador, debía servir como escuela de aprendizaje para el momento en que deban librarse los combates que enfrenten a las clases enemigas, la burguesía y el proletariado, para derrocar el sistema e instaurar el socialismo.

ESPONTANEIDAD Y VIOLENCIA

Ahora bien, los grupos espontaneístas dicen que así como la clase obrera aplica frecuentemente la violencia de manera espontánea contra la patronal –e incluso en contra del Estado-, la multiplicación de la misma y la elevación de sus objetivos al nivel de cuestionar el poder de la burguesía, dependerán casi exclusivamente de esa misma espontaneidad.

De tal forma, para estos grupos cualquier medida que adopte la vanguardia revolucionaria para organizar a la clase obrera en todas sus firmas de enfrentamiento con la clase enemiga, cualquier acción de esa vanguardia dirigida a elevar el nivel de conciencia de las masas, comenzando por los sectores más avanzados, y organizar ese nivel de conciencia superior para que se exprese en la utilización de formas superiores de lucha, y cualquier intento de hacer “menos espontánea” la natural espontaneidad de las masas, para hacerla cada vez más solida, más permanente, es considerado como “vanguardista”.

Generalmente, los resultados de esta política espontaneísta son:

a) La existencia de luchas espontáneas de las masas que superan siempre a dichos grupos;
b) La falta de continuidad en las luchas, y
c) La reducción de las mismas al plano estrechamente sindical

Para superar esta contradicción entre las potencialidades de la clase obrera y los límites de sus luchas reivindicativas, es necesaria la presencia de una organización superior de los organismos que se dan los trabajadores en el seno de la producción. Esa organización es el Partido Revolucionario, que es la expresión orgánica del más alto nivel de conciencia que debe alcanzar la clase obrera.

Pero para que esto no sea solo una frase, precisamente la organización revolucionaria debe ejercer su influencia, debe marcar su presencia constante en todas y cada una de las luchas de las masas. Una de las expresiones de esas luchas es la autodefensa.

¿De qué modo debe ejercer esa función una organización revolucionaria?

Los revolucionarios creemos que la violencia no es exclusivamente una cuestión de valor personal, de agallas, ni un problema esencialmente técnico. La violencia en manos de los obreros es la máxima expresión que asume el odio de clase motivado por la explotación burguesa.

Es la organización revolucionaria la que debe actuar permanentemente como nexo en todas las manifestaciones de la lucha de clases.

Pero a diferencia de lo que opinan los grupos espontaneístas, la organización revolucionaria no debe limitarse a observar los hechos y acompañar desde atrás la espontaneidad de las masas. Por el contrario, debe actuar de modo que cada lucha futura sea más conciente, más organizada, más efectiva, que enriquezca la memoria histórica de la clase obrera en función de su objetivo final de la toma del poder.

Al mismo tiempo, impulsando el desarrollo de su conciencia, la organización revolucionaria debe crear los instrumentos adecuados a fin de que las masas no den un salto en el vacío cuando una lucha es enfrentada duramente, por formas “no espontáneas”, como son las que utiliza a diario la represión, preparada científicamente para defender al sistema.

El partido revolucionario debe llevar el socialismo a las masas y organizarlas para alcanzar el objetivo de la toma del poder y construirlo.

Esta labor debe ser total. Por eso decimos que llevar las ideas del socialismo y no impulsar y aplicar el medio fundamental para lograrlo –la violencia- es no llevar el socialismo a las masas.

Es necesario que la vanguardia revolucionaria organizada sea la portadora de los elementos ideológicos, políticos y materiales que permitan a los trabajadores superar los marcos de sus luchas sindicales, y los límites de la violencia aplicada espontáneamente en función de un conflicto específico.

De tal modo, la vanguardia proletaria en primer lugar y luego cada vez sectores más amplios, al par que acrecientan su conciencia política adaptan sus medios de lucha a las nuevas características que asume día a día el enfrentamiento con el enemigo de clase.

En el caso específico de la autodefensa, la vanguardia obrera, nucleada en el seno de una organización revolucionaria, organizará al conjunto de los compañeros. Esa vanguardia, encabezando las luchas, aplicará la violencia y educará al pueblo trasladando hacia abajo todo el conocimiento y la práctica acumulada por su propia experiencia, enriquecida y apuntalada por su vinculación con la organización revolucionaria.

Son muchos los ejemplos que prueban la necesidad de la organización de la espontaneidad de las masas y el papel que debe cumplir la vanguardia revolucionaria, tanto para organizar la autodefensa como cualquier otra forma superior de lucha.

A veces, la presencia de la vanguardia permitió éxitos y avances. Otras veces, su ausencia marginó a las masas de la lucha o bien produjo derrotas parciales.

TRES EJEMPLOS

En Bolivia, cuando en 1971 se desata el golpe militar contra el gobierno populista de Juan José Torres, los obreros exigen a éste que les entregue armas. Ante su negativa, es una organización revolucionaria, el Partido Obrero Revolucionario, quien dirige a un grupo de trabajadores a través de un destacamento armado, asaltando un cuartel y expropiando 1.300 fusiles que luego utilizaron contra el ejército golpista.

En marzo de 1971, cerca de 2.000 obreros metalúrgicos de Santa María –provincia de Buenos Aires- deciden avanzar masivamente hacia el sindicato para ocuparlo y desplazar a la burocracia dirigida por Mario Barrientos. Los obreros marchaban desarmados y desorganizados, sin una dirección que planificara la acción y que previera una reacción de la burocracia, que estaba pertrechada y armada dentro del sindicato. El resultado fue que los trabajadores fueron atacados a balazos por los matones, perdiendo la vida el obrero Francisco Garri, y provocando la dispersión de los trabajadores y posteriormente la desmoralización y la derrota. Mientras los obreros fueron desarmados y desorganizados, la burocracia estaba preparada para el ataque, con un fuerte armamento y además con la complicidad de la policía, que a pesar de estar a solo 2 cuadras del lugar, tardó media hora en llegar, y en lugar de atacar a los burócratas, ordenó la dispersión de los obreros.

En febrero de 1974, el jefe de policía de Córdoba, teniente coronel Navarro, con una reducida fuerza policial, ocupa la gobernación y detiene al gobernador y vice, sembrando el terror en la ciudad apoyado por bandas criminales de civiles armados.

Ni Obregón Cano ni Atilio López llamaron a la movilización obrera y popular en su defensa porque en el fondo tuvieron miedo de que esa movilización los desbordara y provocara un enfrentamiento armado más grave que el Cordobazo.

Pero al mismo tiempo, y sin que ello signifique un apoyo al gobierno depuesto, la clase obrera cordobesa, la más combativa del país, no jugó ningún papel preponderante.

Si aceptáramos que las masas espontáneamente se levantarán en el momento oportuno, o bien ese no era un “momento oportuno” como dirían los espontaneístas, o bien la sola espontaneidad no alcanza, como decimos nosotros.

Si los obreros cordobeses hubieran estado organizados y dirigidos desde la base por una organización revolucionaria, la situación habría sido distinta.

La organización revolucionaria debería haber impulsado la movilización y la lucha contra el avance del golpe fascista, apoyado por el gobierno central y por la patronal, para evitar el avasallamiento de sus propias organizaciones –empezando por la CGT- y enfrentando con las armas, con la huelga, con el sabotaje, con la movilización, el terror blanco de las bandas armadas y el avance de los sectores más reaccionarios que se encaramaron en el poder.

Ni los espontaneístas pudieron responder, ni los militaristas pudieron revertir en ese momento una relación de fuerzas desfavorable –de aparato a aparato-, sólo modificable con el concurso organizado de las masas.

AUTODEFENSA Y REVOLUCIÓN

Al mismo tiempo que la vanguardia revolucionaria organizada consolida su influencia sobre la vanguardia obrera, ésta va dejando la semilla en la base, y al asumir mayor conciencia política se irá transformando en la base de los futuros destacamentos obreros armados. Estos destacamentos, dirigidos por el Partido, serán la parte sustancial del futuro Ejército Revolucionario, que deberá librar la lucha final y total contra el ejército burgués e imperialista.

Pero esta relación gradual, no significa que una forma superior de lucha –la guerra revolucionaria- elimina las otras formas: la lucha sindical, la autodefensa, etcétera. Vietnam nos da el ejemplo más claro al respecto. Mientras el ejército revolucionario combatía con el ejército imperialista, los obreros de Saigón hacían huelga por mejores salarios y aplicaban todos los medios a su alcance para reclamar sus derechos. Y muchas veces trabajaban en sus fábricas durante el día y combatían con las guerrillas por las noches, saboteando al gobierno títere y a los imperialistas.

Esto quiere decir que para nosotros, el hecho de que la vanguardia obrera asuma niveles superiores de conciencia política, no significa que debe desligarse de la producción y abandonar sus luchas sindicales. Eso sería el mejor favor que podrían hacerle a los reformistas y a la propia burguesía explotadora.

Estaremos al borde de la toma del poder y seguramente seguiremos luchando contra la patronal, porque el aparato productivo capitalista seguirá funcionando, y los únicos que son capaces de hacerlo funcionar son los trabajadores.

Si subsisten las causas subsistirán los efectos, y la necesidad de la violencia en las luchas sindicales en lugar de disminuir aumentará, precisamente porque la clase enemiga deberá apelar cada vez a mayor violencia para que la producción no se detenga y para que los obreros no luchen en defensa de sus derechos.

CONCLUSIÓN

Hemos tratado de explicar las siguientes cuestiones:

1) La autodefensa de masas es una necesidad cada vez mayor en el desarrollo de las luchas sindicales;

2) Dejar librada la autodefensa a la sola espontaneidad, implica de parte de la vanguardia revolucionaria organizada no asumir su verdadero papel, ni entender la relación que existe entre estas formas embrionarias de enfrentamiento de clases y el enfrentamiento final por la toma del poder y los instrumentos a crear para esa lucha;

3) La autodefensa, en tanto es la aplicación de la violencia en los marcos del sistema, y más aún cuando se expresa espontáneamente, es insuficiente por sí misma para el desarrollo de formas superiores de la lucha de clases;

4) Es el Partido Revolucionario quien debe organizar la espontaneidad de las masas, pero no para acompañar pasivamente esa espontaneidad, sino generando los elementos ideológicos y políticos, y también los elementos materiales que permitan a las masas asumir gradualmente formas superiores de conciencia y de violencia, en la perspectiva de la guerra revolucionaria;

5) Las formas superiores de enfrentamiento político-militar, y la participación de la vanguardia obrera organizada en partido, no solo no impide sino que requiere más que nunca la presencia de esa vanguardia en el seno de las masas para organizar toda la lucha contra el enemigo de clase.

6) Por lo tanto, contra el espontaneísmo sindicalista, que todo lo atribuye a la iniciativa autónoma de las masas, y contra el militarismo que atribuye la potestad de la guerra revolucionaria a la vanguardia revolucionaria, esta combinación armónica nos permite el doble objetivo de construir el partido revolucionario en el seno de las masas, interviniendo en sus luchas, recibiendo su experiencia histórica y entregándoles la síntesis de la práctica revolucionaria mundial, y sentar las bases sólidas de construcción del Ejército Revolucionario a través de su afluente principal, los destacamentos obreros armados dirigidos por el Partido.
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FUENTE: LUCHA DE CLASES, AÑO 1, Nº 11 (MAYO DE 1974), pp. 20-25