Carta de "Carlón", Eduardo Pereira Rossi, a Horacio Campiglia

Colección
Archivo digital
Tipo
Documento
Organización
Fecha
1981-04-01
Categoría
Comunicado
CARTA DE "CARLÓN", EDUARDO PEREIRA ROSSI, A HORACIO CAMPIGLIA (*)

Hay hombres que luchan un día y son buenos.
Hay otros que luchan un año y son mejores.
Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos.
Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles. Bertold Brecht

Querido Petrus:

Un revolucionario latinoamericano escribió una vez, que los pueblos no persiguen nunca quimeras insensatas ni inalcanzables, que los pueblos corren tras de aquellos ideales cuya realización presienten cercana, presienten madura y presienten posible. Y con los revolucionarios acontece lo mismo que con los pueblos. Por eso, cuando recuerdo ahora nuestra última reunión en Buenos Aires, en la casa de Raúl C. Yäguer en los finales de octubre de 1979, no dejo de tener presente lo que presentía cercano y posible. Y debo decirte, a un año de tu secuestro y desaparición, que aquello es hoy una realidad palpable e irreversible.

El proceso de acumulación de fuerzas del movimiento popular que comenzó ha acelerarse con el paro del 27 de abril de aquel año, que continuó con la movilización de miles de familiares de presos y desaparecidos con motivo de la visita de la C.I.D.H, que se fortaleció con nuestro accionar armado contra la oligarquía enquistada en el poder, que se expreso en las transmisiones de Radio Liberación y dio un salto en calidad con la lucha de los trabajadores de Peugeot, hoy a llevado a la resistencia popular a un plano superior.

Videla y Martinez de Hoz se han retirado del gobierno unánimemente repudiados por nuestro pueblo. Los trabajadores comienzan a organizarse en torno a su CGT aislando a los colaboracionistas, los familiares de presos y desaparecido han visto fortalecer su posición con el otorgamiento del premio noble de la paz a uno de sus luchadores, la juventud argentina comienza a sacudirse cinco años de opresión y marginamiento. Los sectores sociales agredidos por la oligarquía expresan su oposición y toman medidas de lucha en consecuencia con ello.

Como vez entonces querido amigo, el pesimismo exclusivamente negativo de los que se limitaron a constatar con un gesto de impotencia y desesperanza, la miseria de las cosas y lo vano de los esfuerzos de nuestro pueblo y de todos nuestros compañeros, a quedado refugiado melancólicamente en su última desilusión.

Desde que nos dimos el primer apretón de mano en enero del ’72 en aquel bar de Independencia y Entre Ríos junto con el Monza, me dejaste en claro que la actitud del hombre que la actitud del hombre que se propone corregir la realidad en una tarea colectiva es, ciertamente, optimista. Es pesimista en su protesta y en su condena del presente, pero es optimista en cuanto a su esperanza en el futuro. Estos años difíciles llenos del heroísmo de un pueblo y una generación que no se contento con la mediocridad y muchos menos con la injusticia expresaron precisamente tus palabras.

Hace unos pocos días tuve la oportunidad de visitar un lugar, una plaza en donde tanto los edificios como el adoquinado de su suelo permanecen tal cual estaban hace cerca de 150 años. En el centro de la misma hay un círculo formado por grandes macetones que sirvieron en el siglo pasado para encadenar a las esclavas que eran puestas a la venta. Mientras pisaba el adoquinado colonial en medio de ese círculo de macetones y grillas oxidadas, comencé a imaginarme a esas esclavas encadenadas y vi los ojos y las manos de una de ellas que expresaban que esa situación a las que eran sometidas no era fatalmente eterna. Y recorrí rápidamente los años de la luchas por la independencia contra la corona española, hasta llegar a nuestros días de lucha contra las oligarquías nativas y el imperialismo yanqui. Y vi la continuidad y las raíces de nuestro ser americano y agradecí esa mirada cargada de futuro y las manos que rompieron esas cadenas.

Entonces pensé en algún lugar que guarde inmutable físicamente un testimonio de nuestra época. Un rincón a donde concurra algún argentino que aún no ha nacido y que por un segundo mientras observa la fachada de una casa con varios orificios de balas, producto de un allanamiento nocturno, se pregunte si el que un día de 1976 fue sacado por la fuerza de esa casa habrá expresado por un segundo en su mirada, la esperanza de que la opresión y la injusticia acabaría un día. Y que repentinamente, mientras ese argentino que aún no ha nacido siga su camino, por un segundo se pregunte si su tiempo presente no lo debe a quienes hicieron como vos una vida de ese segundo, una vida de esa confianza infinita.

Un fuerte abrazo

Eduardo Daniel Pereira Rossi (**)
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(*) Carta abierta aparecida en la revista Vencer, nº 7 p. 32 (enero-abril de 1981), tras el secuestro y posterior desaparición el 11 de Marzo de 1980, en Río de Janeiro, Brasil, de los compañeros Horacio Campiglia, de la conducción del Peronismo Montonero y Susana Pinus de Binstock, en un episodio más de la concertación represiva.

(**) Eduardo D. Pereira Rossi (Carlón), de la conducción del Peronismo Montonero, fue asesinado por la misma dictadura oligárquica – militar.