Las masas panameñas deben reforzar la lucha armada contra el régimen militar

LAS MASAS PANAMEÑAS DEBEN RE­FORZAR LA LUCHA ARMADA CON­TRA EL REGIMEN MILITAR

Manifiesto al pueblo panameño

Transcurrido este 1o. de mayo de 1971, el MLN­29-11 (cimarrones), destacamento que se en­frenta con las armas en la mano al régimen mi­litar, formula un análisis de recientes aconteci­mientos nacionales, precedido de breves conside­raciones. Su finalidad específica es la de que dis­tintos sectores populares conozcan el verdadero fondo de los mencionados acontecimientos y pue­dan asumir una postura adecuada frente al go­bierno.

No obstante la copiosa propaganda para pre­sentarse como revolucionario, el régimen castren­se que encabeza Omar Torrijos es retrógrado. Vale decir: pro imperialista y proligárquico. Sin posibilidad alguna de mudar su carácter.

Son claras las razones por las que el actual gobierno no puede transmutarse en su contrario: debido a su vicio de origen (abatió a una admi­nistración pública con respaldo popular, a los 11 días de iniciada, por sórdidos motivos que nada tuvieron que ver con los intereses de las masas) no ha podido legitimarse. Desde que se fundó se dispuso a propiciar la represión y el crimen y se organizó, en su abrumadora mayoría, con equipos humanos de esbirros y reaccionarios, por igual en los altos mandos de la Guardia Nacional (el poder armado) como en los componentes del gabinete (el poder político).

Y es evidente qué no existen perspectivas de ejército y gobierno revolucionarios si en la direc­ción del ejército y del gobierno no hay revo­lucionarios. Y no pueden llamarse así, ni tienen ninguna importancia, los deshonestos palaciegos de modesto origen social que se han convertido en íntimos colaboradores del régimen. No importan sus más recónditos y tímidos deseos sino a quié­nes sirve y conviene la política que los orienta. A1 respecto Jorge Eliécer Gaitán manifestaba que el camino probable del coche gubernamental no se mira por las patas de los caballos que lo jalan sino por las riendas que los cocheros em­puñan.

Los compromisos que el nuevo gobierno ad­quirió con el imperialismo yanqui a raíz del golpe de Estado se han profundizado. El flujo de em­préstitos extranjeros a Panamá, para sacar a flote a los militares, se multiplicó. Parte de los emprés­titos se dedicó a aumentar los efectivos del ejér­cito y los sueldos de la oficialidad y otra parte al incremento del peculado y de las obras pú­blicas. La simplista política contra la desocupación por parte del gobierno de un país que ni siquiera tiene moneda propia ha venido consistiendo en obtener y canalizar múltiples préstamos foráneos, para obras públicas y de ornato de la ciudad capital, al máximo de los recursos financieros del Estado. Cuando el fisco se acerca a la bancarrota el gobierno hace masivos ceses de asalariados. Entonces inicia la solicitud de nuevos empréstitos, que insólitamente se otorgan a pesar de la insolvencia panameña, y se reinicia el ciclo de nuevas contrataciones transitorias de trabajadores.

Con semejante improvisación irresponsable no debe extrañar por qué hace escasos meses que­daron vacías las arcas del Estado. A1 grado que el Chase Manhattan Bank y el First National City Bank tuvieron que respaldar el pago de sa­larios a la burocracia con un préstamo de 14 millones de dólares. Y en fecha mucho más re­ciente, el gobierno militar se vio obligado a recurrir, con carácter urgente, al empréstito de 27 millones de dólares solicitados a las sucursales de 12 bancos extranjeros establecidos en el país.

En suma, la política contra el desempleo no hace sino provocar mayor desocupación aún de la existente, aparte de que durante la dictadura también ha subido en forma alarmante el costo de la vida y ha aumentado el alquiler de las vi­viendas, afectando todos los niveles de la vida nacional.

Para salir del atolladero en que se encuentra, la tiranía no tiene en mente reorganizar la economía, ni rescatar (de manos norteamericanas) las principales fuentes panameñas de recursos.

Su solución a la crisis en la que hunde al país se reduce a planes para atraer las inversiones extranjeras, sin formular ningún distingo acerca ellas, como lo manifestó hace poco el entonces ministro de Industria y Comercio, Fernando Manfredo, dando las más grandes facilidades capital yanqui... y, sobre todo, su gran salida la de comprometer, a cambio de más empréstitos de las agencias internacionales y otros ingresos los restos de soberanía que le quedan a Panamá en próximas negociaciones con Estados Unidos para conceder a éste derechos de construcción y propiedad de un nuevo canal, así como facultades para implantar más bases militares norteamericanas.

Robert M. Anderson, el mismo que negoció los proyectos de convenciones conocidos como "Johnson-Robles", ratificado su carácter de jefe de la delegación norteamericana en las nuevas conversaciones con Panamá, varias semanas atrás visitó el país. Coincidiendo con su visita, se supo que los nombres de los representantes panameños que negociarían con Anderson y su equipo serían: José Antonio de la Ossa (agente del First National Citibank), Carlos López Guevara abogado y Fernando Manfredo, el pronorteamericano y ex ministro de Comercio e Industrias.

Pero, además, vuelven al escenario de las negociaciones. conforme a noticias de última hora, con el carácter de asesores, quienes fungieron como diplomáticos y representantes del gobierno de Ro­bles: los oligarcas Fernando Eleta Almarán, Ro­berto Alemán y el apátrida Diógenes de la Rosa.

¿Cuáles deben ser, a juicio del MLN-29-11, las aspiraciones panameñas de hoy, vistos los gran­des lineamientos políticos por los que se guía América Latina? Y qué criterios, en cambio, sostendrán los delegados del Istmo? Por otra parte, ¿cuál será la actitud de los diplomáticos estadounidenses?

Hace 68 años que Theodore Roosevelt patrocinó la separación entre Colombia y Panamá y suscribió con representantes de éste, una convención leonina, a perpetuidad, que hizo posible cons­truir un canal norteamericano. So pretexto de defenderlo, erigieron bases militares yanquis; so pretexto de administrarlo, sembraron en el vien­tre panameño una estructura colonial (con go­bernador y todo) de la misma nacionalidad. La trilogía canal, bases y colonia extranjera, sin mencionar las inversiones foráneas, redujeron la independencia de Panamá a un puro símbolo. Pero el 9 de enero de 1964 se intentó cambiar la opre­sión tradicional: en la época histórica en que está por completarse el desplome del mundo colo­nial, los combatientes de aquella fecha se lanzaron a ganar la liberación de la patria, a rescatar el canal y su zona para Panamá, para no hacer más_ concesiones de género semejante.

Estos sentimientos panameños fueron justos v estuvieron compaginados con el nacionalismo que privaba y sigue privando en el contexto latino­americano dentro del que se desarrollaron. Wi­lliam Rogers, jefe del Departamento de Estado, acaba de reconocer el creciente sentimiento na­cionalista latinoamericano. La esencia económica de todo genuino anhelo de autodeterminación nacional lleva tácito apoyo a la política de ex­cluir las inversiones extranjeras de los renglones estratégicos para el desarrollo de nuestros países.

Pero si cobra fuerza la pugna por la explota­ción neocolonial en la región, resulta aún más odiosa la presencia del grosero anacronismo que constituyen las formas de dominación abiertamente colonialistas, representadas por los casos patéticos de Puerto Rico y Panamá.

La elevación de los anhelos panameños a par­tir del 9 de enero tuvieron como respuesta el revanchismo imperialista. Los proyectos Jonson-­Robles, que negociaron diplomáticos de Panamá y Estados Unidos y que quedaron suspendidos, no consagraban justicia para Panamá sino más derechos a Estados Unidos para que construyera otro canal y estableciera más bases militares por tiempo indefinido.

¿Cabe esperar, en la actualidad, que el régi­men del general Torrijos acuerde un tratado esencialmente distinto del ventajista convenio de­nominado Johnson-Robles? Para disipar espe­ranzas al frente de los negociadores nortea­mericanos figura Robert M. Anderson, el mismo de la vez anterior, y existe también una nota que cursó en días pasados el Departamento de Es­tado a la Cancillería panameña: pide ésta que en el temario que servirá de base para las conversa­ciones se incluya un punto sobre la concesión para nuevo canal y otro para la defensa de esta nueva ruta. El régimen militar, por su parte, condicionado por su vicio de origen, el carácter reaccionario de sus dirigentes y los ingentes com­promisos contraídos finalmente apuntará hacia la más descarada traición nacional.

Por eso, los sectores organizados de masas no deben dejarse engañar por la palabrería dema­gógica de la dictadura, aliada ahora tanto con la oligarquía y el imperialismo como con el Partido del Pueblo. La ciudadanía debe estar presta a detener todas las maniobras antipatrióticas y trai­doras que se gestan. Los sindicatos, las asociaciones campesinas, los profesionales y el estudiantado consciente deben organizarse manteniendo su independencia ante el régimen y complementar su lucha con la de los militantes del MLN-29-11 y de todos los patriotas que en verdad piensan en una república libre y soberana.

El Partido del Pueblo, para que les permitieran a sus dirigentes regresar del destierro, selló un pacto con el gobierno y trata de confundir a las masas con el canto de sirenas de la naturaleza revolucionaria del torrijismo. La componenda es mucho más reprochable porque ella facilitaría el entreguismo en puerta. El Partido del Pueblo trata de fabricarles a los gobernantes una base de apoyo popular que hasta ahora no tienen. Pero los trabajadores organizados y los estudiantes de­ben afianzar su independencia de criterio, y jun­to a sus reivindicaciones económicas alzar las más sentidas reivindicaciones patrióticas. Si en el caso de auténticos gobiernos revolucionarios los trabajadores deben ser vigilantes y convertirse en la conciencia crítica de quienes mandan, con ma­yor razón frente a este régimen reaccionario.

Los obreros, en este primero de mayo, han solicitado que desean representantes suyos en las negociaciones con Estados Unidos. Más impor­tante que un representante en minoría es soste­ner el criterio de rechazar cualquier nueva concesión territorial que se haga a Estados Unidos.

La patria no se puede poner en subasta. Las masas deberán coordinar su movilización con la lucha armada del MLN-29-11 para derrotar, en cualquiera de sus fases, los intentos entreguistas de los militares.

El MLN-29-11 informa al pueblo panameño que no es cierto lo que dicen los comunicados de la Guardia Nacional acerca de que nuestra orga­nización ha sido destruida. En verdad sufrimos rudos golpes y sensibles pérdidas dentro de nues­tras filas, pero nuestras acciones no han cesado ni cesarán. El MLN-29-11 no puede ser destruido por decreto porque es la organización revolucio­naria que recoge lo más puro del sentimiento panameño; porque es nervio y sustan­cia en la lucha a muerte contra el gobierno gorila y el antiimperialismo norteamericano. Nuestra bandera de lucha nunca será arriada, pues como siempre seguiremos dispuestos a brindar nuestra sangre por la creación de una república genuina­mente democrática, libre entonces de botas mili­tares y de tropas extranjeras en nuestro suelo

¡SOBERANIA O MUERTE!

Panamá, 2 de mayo de 1971 MLN-29-11 (cimarrones)